domingo, 30 de mayo de 2010

LA TEOLOGÍA Y EL MÚSCULO CREMASTÉRICO

Por: Julio César Londoño
UNO DE LOS ASUNTOS QUE DESVElan a los evolucionistas es la razón de que órganos tan vitales como los testículos cuelguen de manera tan vulnerable en lugar de estar protegidos dentro del cuerpo.


De las explicaciones propuestas, la más popular es la que esgrime una razón termostática: el escroto (la bolsa de piel que los recubre) tiene un músculo cremastérico cuya función es arrunchar los testículos junto al cuerpo cuando hace frío, o alejarlos cuando hace mucho calor para mantener los espermatozoos a la temperatura adecuada. El músculo cremastérico recubre el escroto y se contrae no sólo cuando hace frío sino también durante la eyaculación y en los momentos de peligro. Por eso la expresión “se me pusieron de corbatín”, usada para ilustrar sustos mayúsculos, es una hipérbole con fundamento científico.
A pesar de su amplia aceptación, la teoría termostática no explica por qué muchas especies de mamíferos, por ejemplo los canguros, han sobrevivido perfectamente, y de manera más segura, con los testículos en el interior del cuerpo.
Algunos fisiólogos opinan que la ubicación de los testículos del hombre les permite desempeñar una estimulante función sicológica: durante el acto sexual, ellos pampean las nalgas de la hembra, como diciéndole, muy bien chica, vas muy bien, sigue así… así… así… Es una especulación atendible, convengamos, pero resulta demasiado tierna para el severo espíritu de la ciencia.
El 83% de los hombres tiene el escroto izquierdo más largo. Esto no obedece a la asimetría general del cuerpo humano (tenemos un pie más largo, diferentes las dos mitades del rostro, etc.) sino a una brillante solución de diseño: si fueran del mismo largo, los ovoides no se acomodarían bien en el reducido espacio de la entrepierna.
De la cifra anotada, se desprende que sólo un 17% de los hombres tienen el escroto derecho más largo, porcentaje que coincide curiosamente con el porcentaje de zurdos. ¿Existe alguna relación de tipo estadístico entre estos dos sucesos? ¿Guarda la naturaleza alguna simetría trocada entre la longitud del escroto y la lateralidad del individuo? Quizá nunca lo sepamos. Los designios de dios son inescrutables —adjetivo que se deriva, curiosa o cabalísticamente, del vocablo escroto.
La palabra testículo viene del latín testis, testigo, porque en el Alto Medioevo los préstamos se sellaban mediante un ritual parasimpático: mientras el deudor juraba que redimiría la deuda en la fecha y con los intereses pactados, el prestamista le cogía firmemente los testículos. Pero como la cosa se prestaba para abusos y sonrisitas, al cabo de pocos siglos se decidió que el deudor se cogiera sus propios testículos con la mano derecha cuando jurara ante un tribunal. Era como decir, pongo lo que más quiero por testigos. Tal vez de aquí vengan la costumbre jurídica de que haya dos testigos en los contratos, y la sentencia latina, Testis unus, testis nullus: un solo testigo es testigo nulo.
Según un oscuro rumor, existe en el Vaticano una silla diseñada especialmente para evitar que una mujer se les cuele y sea investida Papa, como ya sucedió una vez, con la Papisa Juana. La silla tiene un orificio circular en el centro. Allí debe sentarse, en un cubículo especial, momentos después de la elección y antes del “humo blanco”, el futuro sucesor de Pedro. El Camarlengo pasa entonces con discreción la mano por debajo de la silla, palpa y sopesa circunspecto y finalmente grita: “Testículos habet et bene pendentes” (tiene testículos y cuelgan espléndidamente) y el cónclave responde “ gratias” (¡Uf, gracias a Dios!).
La Iglesia sostiene que la leyenda es falsa, que la Papisa Juana nunca existió y menos la silla. Yo tiendo creer que todo lo que se dice del clero es cierto… ¡y es poco!

jueves, 20 de mayo de 2010

ENSAYO BAYER

La única salida es la violencia x Osvaldo Bayer

Günther Anders, "el filósofo de la barbarie"
El fin del pacifismo

¿Violencia, sí o no? (Una discusión necesaria) se titula un pequeño compendio del filosofo alemán Günther Anders que ha convocado a una polémica filosofico-cultural inesperada en una intelectualidad centro-europea resignada que recuerda el 68 como algo que no podrá volver, que no quiere mirar hacia atrás a la violencia desesperada de los años 70 de la Baader-Meinhof, que se ha cansado de hacer toda clase de acciones pacifistas contra el Estado Atómico y contra la sociedad antiecológica del consumo y el despilfarro. ¿Y por qué esa polémica ahora? Porque Günther Anders, el pensador pacifista por excelencia, el moralista, ha escrito a los 85 años, con sus dedos que apenas puede mover por la artritis: "La única salida es la violencia".

Nacido en 1902, fue soldado en la Primera Guerra Mundial a los 16 años; alumno de Husserl y Heidegger, ya en 1928 es uno de los más audaces denunciadores del hitlerismo como producto del capitalismo alemán, y en 1933 debe marchar al exilio con su mujer, la filósofa Hannah Arendt (la autora de La banalidad del mal, Poder y violencia, Eichman en Jerusalén). En Estados Unidos trabajará como obrero en fábricas y allí experimentará el significado de la dependencia del hombre a la técnica. En 1950 regresa a Alemania donde seis años después publicará su obra fundamental: Lo anticuado del ser humano. Visita Auschwitz y dirá: "Si se me pregunta en qué día me avergoncé absolutamente, responderé: en esta tarde de verano cuando en Auschwitz estuve ante los montones de anteojos, de zapatos, de dentaduras postizas, de manojos de cabellos humanos, de maletas sin dueño. Porque allí tendrían que haber estado también mis anteojos, mis dientes, mis zapatos, mi maleta. Y me sentí -ya que no había sido un preso en Auschwitz porque me había salvado por casualidad- sí, me sentí un desertor".

En el idioma alemán hay una palabra común para poder y violencia: Gewalt. Y Günther Anders estudia sin pausa cómo la técnica va ganando cada vez más poder (violencia) sobre el ser humano. Después de Auschwitz, Anders visitará Hiroshima. Para él, después de Auschwitz, el paso esperado de la ecuación poder-violencia. Escribe al piloto del avión que arrojó la bomba atómica, Claude Eatherly, internado en un hospital de veteranos, un paria pero también una víctima. La correspondencia entre el filósofo alemán, el pacifista, y el aviador norteamericano fue publicada. Un documento del miedo, de la irracionalidad, de la desesperación. A raíz de ese breve tomo, Günther Anders es calificado de "persona no grata" en los Estados Unidos. Se lo califica de "comunista".

El poder-violencia de Auschwitz y Hiroshima no se detendrá allí para el filósofo Anders. La tercera etapa estará dada por el sistema de la sociedad de consumo que no sólo envenena el medio ambiente, los ríos, el mar, los bosques sino que divide al mundo en países en la opulencia y países en la miseria. Una sociedad de consumo que aplica la energía atómica para más autos, más armas, más cemento, más turismo, más idiotización con productos superfluos, pero al mismo tiempo más poder, mientras más violencia, más hambre, más subdesarrollo, más dependencia en los países no industriales. Y el mundo del "socialismo real" ante el temor de quedarse en definitivo atraso tecnológico - y además por su idolatría por la técnica- entregó también su alma al diablo del Estado atómico. Para Anders, las estaciones hacia el fin de la humanidad comenzadas con Auschwitz (la destrucción sistemática y anónima del ser humano), con Hiroshima (cuando el ser humano se apercibió de que sólo bastaba apretar un botón) se completa con Chernobyl (nombre representativo para Harrisburg, y todas las demás catástrofes ecológicas habidas en la última década) donde el hombre pierde el dominio sobre el poder-violencia y se auto-mata en un holocausto de irracionalidad, obstinada estupidez y avaricia.

Manfred Bissinger, biógrafo e interprete de Günther Anders señala: "Los temas de Anders giran constantemente en torno al problema de cómo la técnica gana cada vez más poder-violencia sobre el ser humano. Nos lo explica en sus tres tesis fundamentales, que son: que el hombre no está a la altura de la perfección de sus productos; que produce más de lo que puede imaginarse y responsabilizarse, y que cree que todo lo que es capaz de producir puede hacerlo y no sólo eso, debe hacerlo".

En los años sesenta y setenta Günther Anders junto con Heinrich Böll, el obispo Scharf, el teólogo Gollwitzer, el filósofo Ernst Bloch y otros encabezaron el gran movimiento pacifista alemán contra el estacionamiento de los cohetes atómicos norteamericanos en territorio germano. Ellos estuvieron también en las grandes acciones pacíficas contra las centrales atómicas. Veinte años de labor no sólo teórica sino acompañando esa teoría con la acción pacífica. En 1983 Günther Anders recibió el premio Theodor Adorno, el más alto galardón de la filosofía alemana. Fue en Francfort, en la iglesia de San Pablo, símbolo de la Revolución de 1848. Le tocó en suerte al burgomaestre de esa ciudad, un demócrata cristiano, Walter Wallmann, precisamente enemigo a muerte de las ideas del filósofo, entregarle ese premio. El político dijo: "Honramos aquí al filosofo Günther Anders porque él nos contradice, nos advierte constantemente, nos sacude". Anders le respondió: "Soy sólo un conservador ontológico, en principio, que trata de que el mundo se conserve para poder modificarlo".

Hoy, a los 85 años escribe un nuevo libro, sobre el tema de siempre: el monopolio del poder (violencia), la no-violencia (no-poder) y las formas de combatir la violencia (poder).Su libro lleva el título exacto, igual que su estilo despojado de todo ritual o adorno: Estado de sitio o legítima defensa. En ese título está todo el gran debate: poder del Estado contra el derecho natural del individuo a defenderse. Violencia del Estado contra violencia individual. "Estado de emergencia en defensa de las instituciones" y frente a eso: "derecho del individuo a revelarse". Democracia de mayorías y democracia de base.

Ante una pregunta, Anders solicita ser sólo "un filósofo de la barbarie". La barbarie del mundo actual: Auschwitz, Hiroshima, Chernobyl. Su frase: Hiroshima está en todos lados", de los años cincuenta se ha convertido en "Chernobyl está en todos lados". ¿Cómo impedir la muerte del planeta? Para él -que ensayó todas las armas de la resistencia no violenta- queda una sola arma: la violencia. Anders reniega de su maestro Ernst Bloch y de su Principito Esperanza. No queda tiempo para la esperanza. Esperanza es un pretexto para la no acción, es una forma de cobardía.

Es incomprensible -para él- la incomprensión de los políticos. "La incomprensión misma de los hombres inteligentes y esclarecidos. El mundo no está amenazado por seres que quieren matar sino por aquellos que a pesar de conocer los riesgos sólo piensan técnica, económica y comercialmente. Ante eso, todas las legislaciones del mundo -hasta el derecho canónico- no sólo permiten el empleo de la violencia en defensa propia sino que hasta lo recomiendan. Hemos visto que con entregar rosas y nomeolvides a las policías -que no podían recibirlas porque tenían el garrote en la mano- ni con listas de firmas ni solicitadas, ni con interminables marchas, ni con canciones, ni con teatros, no alcanzamos nada. No sólo es anodino sino hasta estúpido, por ejemplo, hacer huelgas de hambre para lograr la paz atómica. Con las huelgas de hambre se logra precisamente sólo eso: tener hambre. A Reagan y a su "lobby" atómico no le interesa si nosotros comemos un sándwich de jamón más o menos. No son acciones serias, sólo son "happenings". No son acciones, son apariencias. Una cosa es aparentar y otra es ser. Los que hicimos esas acciones creímos haber traspasado la frontera de la mera teoría, pero éramos sólo actores, en el sentido teatral. Hacíamos teatro por miedo a actuar verdaderamente. Teatro y no-violencia son parientes muy cercanos".

Palabras muy duras. ¿Desesperación u honestidad consigo mismo? Al hacer esas declaraciones el filósofo alemán sabía el riesgo. No sólo legal -por incitación a la violencia- sino social e intelectual, por las autodefensas del orden constituido. Pero Anders profundiza el tema en su estilo directo, de diálogo socrático: "La violencia no sólo está permitida sino también legitimada moralmente en tanto es usada por el poder reconocido. El poder se basa permanentemente en la posibilidad del ejercicio de la violencia. Para cada alemán fue sobreentendido marchar a la guerra para coparticipar de la violencia, para ser co-violento. Quien participó de esa violencia no hizo otra cosa que "cumplir con su deber'. Con la orden del poder no sólo está permitido ser violento sino mucho más: hay que ser violento. A nosotros los que actualmente sólo nos proponemos como meta impedir toda violencia se nos reprocha que perseguimos el caos con nuestra desobediencia civil, sí, a nosotros que queremos llegar al estado ideales de la no-violencia, a lo que Kant llamaba 'la paz eterna'. Una cosa debemos tener en claro: nuestra meta jamás tiene que ser la violencia. Pero que la violencia -cuando sólo con su ayuda se puede imponer la no-violencia- llegue a ser nuestro método, eso nadie nos lo puede negar".

Y después agregará las palabras inesperadas, que tanta discusión han originado. Anders dijo: "De todas maneras considero ineludible que nosotros a todos aquellos que tienen el poder y nos (un nos millones de veces) amenazan, los asustemos. No nos queda otro camino que contestar a sus amenazas con amenazas y hacer inefectivos a todos aquellos políticos que con toda irresponsabilidad y por intereses egoístas llevan al mundo a la muerte. Ojalá que la amenaza en sí pueda ya de por sí asustarlos".

Günther Anders no confía más en los medios pacíficos, no cree más en la democracia de partidos: "Después de la gran victoria de los medios masivos de comunicación no existe más la democracia. Lo sustancial de la democracia es poder tener una opinión propia y al mismo tiempo poder expresarla. Por ejemplo yo viví catorce años en Estados Unidos y nunca pude expresar mi opinión. Desde que existen los medios masivos y desde que la población del mundo se halla como exorcizada frente al televisor, se la alimenta, a cucharadas, con opinión. La expresión "tener opinión propia" ya no tiene sentido de realidad. Los alimentados forzosamente no poseen ya ninguna chance de opinión propia. No, ya ni siquiera consumen opiniones ajenas. Se los engorda con sistema. Y los gansos engordados a sistema no 'consumen'. La televisión es un engorde con sistema. Si democracia es aquello en lo cual se puede expresar la propia opinión, entonces la democracia se ha convertido en imposible a través de los medios masivos de comunicación, porque cuando no se tiene algo propio tampoco se lo puede expresar".

"El ser humano -continúa Anders- ya no puede llegar a la mayoría de edad. Más bien es un ser-siervo porque sólo oye y oye lo que le llega por radio y televisión y aquí la relación permanece unilateral porque no puede responder. Esa servidumbre es característica para la falta de libertad que se ha construido a través de su propia técnica y que se revierte sobre él. Con los medios masivos se ha creado la figura del 'eremita masivo'. Porque si bien se halla solo frente a su radio o televisor, recibe el mismo 'pienso' (en doble sentido) que los demás. No percibe que lo que él consume en la soledad es el alimento de millones."

Por último, renegando de su admirado maestro Ernst Bloch, dice Anders: "Esperanza es un sinónimo de cobardía. ¿Qué es en sí esperanza? ¿Es la fe en que todo puede mejorar?¿O es la voluntad de llegar a algo mejor? Aún nadie ha realizado un análisis de la esperanza. Ni Bloch, siquiera. No, a la esperanza hay que impedirla. Todo aquel que espera, deja la obligación en otra instancia. Esperanza es nada más que la renuncia a la propia acción".

En un reportaje posterior, publicado en el diario de los alternativos y verdes antiautoritarios alemanes, Günther Anders responderá aún con más claridad a la pregunta: "¿Es suficiente la protesta no violenta?" Dirá: "No hay un método alternativo, no hay otro que la amenaza -si queremos la sobrevivencia de nuestra generación y queremos asegurar la existencia de las generaciones posteriores- contra todos aquellos que insisten en continuar con hacer peligrar la vida humana con la producción atómica (es lo mismo si con la guerra o con el denominado 'uso pacífico') y siguen rechazando todas las ofertas de detenerla; no hay otra alternativa, decía, que comunicarles a esos hombres con toda claridad que tanto uno como el otro deben considerarse piezas de caza. No hay que vacilar en eliminar a aquellos eres que por escasa fantasía o por estupidez emocional no se detienen ante la mutilación de la vida y la muerte de la humanidad".

¿Sabía el despierto filósofo que con ello, con ese extremo, se podía iniciar una revisión de métodos? ¿Qué el movimiento antiatómico, antiarmamentista, anticonsumista y ecologista comenzaría a buscar otros medios, que debía dejar de tocar la guitarra, de repartir flores y de firmar petitorios?

Y no se equivocaba: empezó la polémica. Empezaron las respuestas. Algunas indignadas, otras comprensivas. Marcadas por la rabia de la impotencia, sorprendidas por el desafío del viejo sabio, o indignadas por su provocación. Pero incapaces de mostrar alternativas que no se hayan probado ya.

(La socialdemocracia alemana había terminado drásticamente con los sueños de los años sesenta: cuando fue gobierno se fabricaron más armas que nunca, se llevó a la perfección su integración al industrialismo consumista. De Brandt a Schmidt, y éste con sus disyuntivas de hierro: energía atómica para quedar en carrera de competencia, o desastre económico por pérdida de mercados; venta de armas o desocupación (venta de submarinos a la dictadura de los generales argentinos o desocupación en los astilleros de Emden). Por supuesto siempre el "mal menor" (en paso irreversible hacia el mal mayor). La elección: energía atómica y venta de armas. ¿Qué había hecho el socialismo francés cuando gobierno?: tanto o más explosiones atómicas en el atolón de Mururoa (eso sí, lejos de París) y más producción de armas que nunca. El socialismo español de Felipe González y su modernidad: prepara todo para lograr la conexión definitiva al mercado común europeo, a la sociedad de consumo; las leyes sociales no deben impedir la capacidad de competencia: España ya disputa mercados de armas. En la oposición fueron la esperanza, las grandes palabras. En el gobierno, los mejores alumnos de conservadores y liberales.)

La reacción del teólogo y socialdemócrata Heinrich Albertz (ex burgomaestre de Berlín que renunció a su cargo cuando su policía mató al estudiante Benno Ohnesorge) contra Günther Anders fue de una ira incontenible: "Quien públicamente incita a la violencia, debe estar preparado para marchar él mismo hacia el fuego. Eso Günther Anders -a quien tomo muy en serio- no lo va a poder hacer. Pero cargará con la responsabilidad de que cada terrorista en el futuro va a justificar su acción en su filosofía".

El escritor Hark Bohnm escribió así a Anders: "El éxito de su llamado a la violencia podría reducirse a esta ecuación: después de Kennedy vino Johnson, después de Johnson vino Nixon".

El politólogo Jürgen Dahl comparte el pesimismo de Anders pero no su desesperado llamado a la violencia. ¿Podemos -se pregunta- esperar algo en un sentido terrenal y sensato? ¿Qué podemos esperar frente a una amenaza atómica producida por reactores y cohetes, una ineludible catástrofe climática, una muerte de las especies de todo el planeta, una onda global de envenenamiento que cada vez sigue proclamando que todo será cada vez mejor si se le permite ser cada vez más omnipotente? La sagrada ira nos acomete cuando vemos qué poco podemos esperar porque la industria y la política y el comercio y el egoísmo se intrincan cada vez más profundamente en dependencias y en la presión de las circunstancias que a su vez van produciendo cada vez más estragos. La gran empresa Mundo, tal cual está organizada actualmente, aguanta y tolera pequeños cambios en los miembros pero ninguna gran modificación en la cabeza. Sí, es cierto, que los equipos de reparación trabajan constantemente, pero refuerzan sólo los mecanismos de protección y no dicen que cada mecanismo de protección sólo anuncia lo que después ocurre. ¿Qué es lo válido entonces: diagramar una nueva forma de organización para la gran empresa Mundo y llevarla a cabo? Pero todo lo que puede obrar en esa dirección nuestra actividad -medido en el todo- tiene apenas un efecto ridículo, tan espectacular como le pueda aparecer a los participantes directos. Tener confianza en la actual adición de pequeñas mejoras es mentirse a sí mismo en tanto prosigue la diaria destrucción". (Los demócratas cristianos y liberales siguen marchando optimistas con sus Mercedes o sus BMW por entre bosques secos y montañas de basura siempre creyendo que el remedio de todos los males es la economía de libre mercado; los socialdemócratas creen que la gran solución está en el reciclaje de los residuos; la prédica de los verdes tiene lugar en el desierto si se tiene en cuenta que la jungla de los medios de comunicación los hace aparecer como miembros de una secta fuera de toda realidad.)

"El intento de salvar al mundo por medio del reciclaje de residuos -continúa Dahl- tiene en el mejor de los casos un valor didáctico pero es justo la coartada que necesitan los que producen basura, para seguir produciéndola. Los argumentos más racionales no son escuchados; las proposiciones más convincentes son archivadas, los pedidos más vehementes son rechazados y entonces, cuando por fin se desborda la rabia de la desesperación aparece la policía y ya sólo con su presencia da a conocer que las formas de vida que el 'poder elegido por el pueblo' ha ordenado como correctas al parecer sólo pueden ser defendidas e impuestas no con argumentos sino con ayuda de palos, camiones hidrantes y pistolas lanzagases". (Es el mismo Poder que condena a dos meses de prisión a un joven que tiró una piedra en una manifestación contra Reagan, pero deja libre de toda condena a los ejecutivos de una empresa química que con sus ácidos residuales lanzados al Rhin ocasionó un desastre ecológico con millones de peces muertos y otros daños incalculables para la naturaleza y la población).

Confiesa, por último, Jürgen Dahl que él no puede dar recetas, pero que la violencia que aconseja Anders sólo traería el fortalecimiento de la violencia del Estado. La única resistencia del individuo es seguir denunciando este estado de cosas y tratar de esclarecer y formar una opinión pública; es lo que él llama "su pequeña esperanza". "Pero -finaliza- debo reconocer que hasta yo he perdido ya esa pequeña esperanza. Tal vez alguien la haya encontrado; que la conserve y la comparta con nuevos que lleguen. Y como no sabemos a ciencia cierta lo que va a suceder, a pesar de que ya no tenemos ninguna esperanza, debemos seguir haciendo algo. Por respeto a nosotros mismos".

El físico atómico profesor Robert Jung -uno de los más decididos combatientes contra el "Estado atómico"- da la razón a Anders e interpreta su paso a la violencia como la necesidad de una creciente energía en el movimiento pacifista y antiatómico. Propone como primer paso la exigencia de un "desarme interno" de la Alemania Federal. Es decir, que las fuerzas de represión y del "orden" vayan desarmándose poco a poco, al mismo tiempo que se eliminan paso a paso todas aquellas técnicas industriales que amenazan la vida y la libertad. "El movimiento ecologista y de la paz -escribe- no tiene armas actualmente. Pero si la 'otra parte' no atiende sus reclamos sino que al contrario, como al parecer proyecta en el futuro va a actuar con más fuerza represiva, será ella la culpable de un aumento de la violencia que puede llegar hasta la guerra civil."

Contra la "pequeña esperanza" de Jürgen Dahl, los argumentos de Günther Anders son esta ironía histórica: "En 1986, 'Año de la Paz' de las Naciones Unidas, fueron gastados en armamentismo 900 mil millones de dólares. Eso significa que por minuto se gastan 1,7 millones para armas y equipos militares y represivos. En las fábricas de armas trabajan en todo el mundo 100 millones de personas".

La diputada del Partido Verde, Petra Kelly -una de sus cabezas pensantes- aceptó todos los conceptos del filósofo Anders pero no estuvo de acuerdo con su llamado a las acciones violentas. Ella defendió la no violencia y la desobediencia civil como únicos métodos reales y posibles. "No violencia no es cobardía -sostuvo- y repito las palabras de Mahatma Ghandi: 'No-violencia es todo lo contrario de cobardía. Puedo imaginarme un hombre armado hasta los dientes que en el corazón es un cobarde. En la posesión de armas está escondiendo el elemento del miedo, hasta el de cobardía. En cambio la no-violencia es imposible cuando no es intrépida'. Nos hace falta mucha fantasía social -agregó Petra Kelly- nos hacen falta métodos de acción no violentos que aún no hemos probado y nos faltan todavía una serie de seres humanos a los cuales tenemos que convencer."

En El fin del pacifismo, Günther Anders responde al argumento de Petra Kelly sobre la no violencia de Ghandi. "¿Fue la no-violencia de Ghandi sólo un 'happening'? Mucho me temo que sí -se responde- desde el punto de vista de la historia del mundo. ¿O acaso podemos considerar de otra manera la fotografía del desnudo Ghandi tejiendo a mano, difundida millones de veces, sino como un 'happening' comparable al de los pobres tejedores de Silesia que destruyeron los telares? Ghandi no pudo detener la industrialización ni siquiera tocar la miseria de castas de la India. No, lo que él sostenía era 'tal vez podemos de alguna manera ejercer resistencia a pesar de que no obtendremos el poder y con él el poderío necesario para 'obrar'. Es decir que lo importante no era para él la no-violencia como tal (como único principio permitido, o como único método moral, o meta moral) sino la eventualidad muy débil de a pesar de no tener armas poder igual ejercer resistencia. Lo fundamental, pues, en él no es la aceptación del 'sin' (sin armas) sino del 'a pesar' (a pesar de no tener armas)".

El historiador y ensayista Erich Kuby es uno de los pocos que apoyó a Günther Anders y hasta va más allá que él: "Cuando era niño, la guerra era vista aún como la única acción de asesinato en masa legítima y aprobada por la ley. Hoy no es necesaria una guerra para lograr una acción de asesinato en masa en una escala mucho mayor. Pero los dueños del poder no hacen nada contra el peligro total; al contrario, hacen todo lo posible para agrandarlo cada vez más. Siguen construyendo nuevas plantas atómicas y no desvían los miles de millones de dólares, que se gastan para subvencionar la industria atómica, en el desarrollo de soluciones alternativas. Además, continúan siendo solidarios con una potencia mundial incontrolable que se sigue preparando para la guerra atómica. Los asesinos potenciales no están entre nosotros sino sobre nosotros y sólo por la razón de que millones de corderos los votan, divididos en social-cristianos, liberales y socialdemócratas. Como emplean principios democráticos como material propagandístico de juego, no tienen nada en contra de que de vez en cuando algunos griten: '¡esto no nos gusta nada!". Al contrario, eso es bueno y además no molesta para nada a los de arriba. Pero el primer embozado que arroje una piedra, es calificado de criminal y va al calabozo. Cuando ocurra en Alemania el primer Chernobyl -y sólo Chernobyl- serán algunos cientos de miles de estos llamados 'criminales' que se lanzarán a la calle. El ejército comenzaría a actuar. Pero por lo menos esta discusión se actualizaría, saldría del medio intelectual, y se haría más popular. Claro, de cualquier manera, de acuerdo a las circunstancias actuales, todo aquel que guiado por su conciencia realice actos de violencia individuales, no podrá cambiar nada. Pero que en el futuro no se ponga su nombre a calles, como ejemplo, de eso no estoy tan seguro. Desgraciadamente estoy muy viejo para hacer apuestas, pero lo haría y por la cantidad más alta, que en el año 2050 habrá un lugar dedicado a Ulrike Meinhof para recordarnos sus propuestas". (Ulrike Meinhof fue la guerrillera del grupo Baader Meinhof que participó de actos terroristas contra la ayuda de Alemania Federal a los Estados Unidos en la guerra de Vietnam y contra el capitalismo en general).

El físico Klaus Vack rechaza "el método de Anders de la violencia para llegar a la meta de la no violencia" y señala que el único método que puede llevar a ese fin es la "escalación no-violenta de la desobediencia civil", pero no dice cómo difundir esa desobediencia civil ante los pueblos sin contar con los medios de comunicación. Para llegar a la desobediencia civil en una sociedad acostumbrada a no renunciar a nada se necesita partir de una gran catástrofe, como una guerra perdida o un peligro de vida o muerte.

Discípulos de Anders basaron su respuesta al maestro en el lema: "Tanto la violencia de abajo como la no-violencia como meta necesitan de la racionalidad". Karl Jaspers había dicho ya en la década de los cincuenta, todavía con la experiencia del nazismo en sus espaldas: "¡Qué fatalidad cuando el ser humano de buena fe renuncia a la violencia porque cree en la no-violencia! ¡Lo único que logra es ser superado en forma más radical por la violencia!"

En un largo análisis titulado La verdad en el error de Günther Anders, el profesor Klaus Meyer-Abich señala que "si bien la advertencia desesperada del filósofo, su llamado a la violencia, no es ninguna salida para la humanidad, sí agudiza nuestra conciencia. Su error contiene la verdad como la piedra la escultura que el escultor va a hacer de ella". "¿Acaso Anders ha magnificado el peligro?" se pregunta. "Nada de eso. Nadie puede estar seguro en un mundo donde la vida está diariamente amenazada por las armas atómicas, las catástrofes de los reactores, los accidentes químicos y más que todo por el 'funcionamiento normal' de la economía permitida por el Estado. (Mientras en Alemania Federal se secan los bosques por los gases de los vehículos, este año se han batido todos los récords de producción de automóviles). La democracia parlamentaria se ha mostrado ineficaz en resolver el problema. La mitad más uno de sus representantes siempre tienen detrás de sí un poderoso lobby. Con ella no es posible lograr un 'derecho al país, al terruño' que vaya por encima del derecho a la propiedad privada". (En el pasado año murieron en el río Elba inferior doscientas toneladas de peces -es decir varios cientos de miles de peces- por acción de la central atómica de ese lugar que produce energía para la producción de artículos de consumo en su mayoría superfluos. La ley defiende la propiedad de mi auto por no al pez de todos. En las democracias industriales el voto popular elige al auto. Los parlamentos eligen al auto, al egoísmo.)

¿Debemos resignarnos a la impotencia? Klaus Meyer-Abich ve el único camino en "desendurecer al sistema", "desendurecer a la sociedad industria". Con violencia sólo se logra más endurecimiento del sistema. Sólo queda -para él- el camino de la "acción extrapartidaria", la acción "extraparlamentaria". No dejar todo el mando en los "representantes" sino intentar más democracia. Creer más en la voz del vecino que en la de los "notables". El cambio tiene que iniciarse en los barrios y no en los parlamentos.

Es decir, Meyer-Abich vuelve al Anders de los años sesenta. La discusión termina allí, donde había comenzado. En el mismo lugar donde la habían interrumpido el siglo pasado positivistas, liberales, conservadores, anarquistas y marxistas. Claro, esta vez con menos lugar, mucho más cerca del precipicio, con un mundo infinitamente más chico.

El viejo filósofo no quiere volver a ensayar lo que ha fracasado. Sabe que no va a lograr tomar ni la Bastilla ni el Palacio de Invierno. Pero ha logrado revivir en toda su dignidad el derecho a la rebelión, a la sagrada violencia de los oprimidos. Tan denigrada en los últimos años, víctima de una aplastante propaganda del establishment. Ha llegado el momento de desertar del rebaño sonriente y plantear a los lobos un diálogo diferente.

¿Y qué papel juega en todo esto el Tercer Mundo? Es un rebaño flaco y afligido que corre para poder comer las sobras que le deja el rebaño gordo al cual nunca alcanzará. Pese a los espejismos que pintan a veces sanguinarios lobos uniformados y otras veces amables perros de librea. Hasta ahora comen las sobras los que llegan primero; los retrasados -y son cada vez más- comen cada vez menos. Hasta que estos últimos se den vuelta y comiencen a recorrer su propio camino.

El viejo filósofo Günther Anders se ha despedido del sueño de llegar al socialismo antiautoritario y ecológico a través del camino de la razón. A los 85 años ya no saldrá a poner bombas. Pero por lo menos le ha dado un puntapié al conformismo.
Osvaldo Bayer
Berlín, agosto 1987
(Transcrito por Tota para La Haine del libro "Rebeldía y Esperanza".)





Günther Anders.

Günther Anders (1902) se doctoró con Edmund Husserl en 1923. Diez años más tarde emigró a París y en 1936 se trasladó a América. Vive en Viena desde 1950. Es “probablemente el más agudo y lúcido de los críticos del mundo tecnificado”, en palabras de Jean Améry. Su obra maestra es Die Antiquiertheit des Menschen.Günther Anders (1902-1992)

PERFIL BIOGRÁFICO

Nació en Breslau, Alemania, en 1902, en el seno de una familia judía, bajo el nombre de Günter Stern. Con sólo dieciséis años fue enviado al frente durante la Primera Guerra Mundial. Como estudiante de filosofía fue alumno de Heidegger, Cassirer y Husserl en Friburgo y, más tarde, durante el doctorado en Francfort, de Adorno.
En 1933 se casó con la filósofa Hannah Arendt, de la que se divorció pocos años después.
Desde la Universidad y a través de diversos artículos denunció públicamente el ascenso del nazismo. El triunfo de Hitler en Alemania le llevó a emigrar a París y, posteriormente, a los Estados Unidos, donde vivió primero con Hebert Marcuse y trabajó, entre otras cosas, como secretario particular de Bertolt Brecht, con quien ya había colaborado en Alemania.
La Segunda Guerra Mundial marcará el devenir de sus argumentos filosóficos. Los campos de concentración en Alemania –visita Auschwitz y no ve entre los despojos la huella posible de su muerte y se siente ‘un desertor- y las bombas atómicas norteamericanas sobre Japón –publicará un libro de conversaciones con el piloto de Hiroshima, Claude Eatherly- activan su pensamiento pacifista, el descubrimiento de la divergencia entre los sentimiento del ser humano y la realidad de la destrucción, la ‘ceguera ante el apocalipsis’. Estados Unidos lo declara ‘persona non grata’ por lo que califica de pensamiento ‘comunista’ (Con ocasión de la entrega del premio Theodor Adorno, en 1983, Anders dijo: "Soy sólo un conservador ontológico, en principio, que trata de que el mundo se conserve para poder modificarlo").
Desde su regresó a Europa, en 1950, encabezando un movimiento frente al peligro atómico y el holocausto y a favor de la paz mundial. Durante los últimos años de vida, su crítica hacia el determinismo tecnológico, el armamentismo, la destrucción del medio ambiente y la anulación mediática de la democracia le llevaron a proclamar que el uso de la violencia ciudadana era el único arma posible frente a la violencia de Estado, planteamiento que fue objeto de severas críticas.
Su obra más importante, Die Antiquierheit des Menschen [Lo anticuado del ser humano] (vol. I, 1956; vol. II, 1980) que no ha sido traducida ni al español ni al portugués, en una especie de diálogo con el pensamiento de Heidegger hace un recorrido detallado por el mundo de los medios y de la vida cotidiana, destacando las disonancias entre la velocidad y la dirección tecnológica y el pensamiento individual y social. De interés, el capítulo del primer volumen 'Die Welt als Phantom und Matrize. Betrachtungen über Rundfunk und Fernsehen' ['El mundo como fantasma y matriz. Reflexiones filosóficas acerca de la radio y la televisión] (págs. 97 a 212).
Falleció en Viena en 1992.
Han sido traducidas a las lenguas española y portuguesa: Kafka pró e contra, Perspectiva, São Paulo, 1993; Nosotros, los hijos de Eichmann, Paidós, Barcelona, 2001; Más allá de los límites de la conciencia. Correspondencia entre el piloto de Hiroshima Claude Eathrly y Günther Anders, Paidós, Barcelona, 2003.

EL PENSAMIENTO

Pensamiento controvertido por su ácida crítica a la sociedad tecnológico-mercantil y al papel balsámico que a su juicio juegan los medios en la construcción de un consenso que burla los valores de la democracia. Su pensamiento tiene ciertos entronques con la Escuela de Francfort, pero cobra autonomía en la dirección de la denuncia del armamentismo y la carrera nuclear, como consecuencia de un desarrollo tecnológico ajeno al desarrollo natural y al sentido antropológico de la vida sobre la tierra. La tecnología alcanza una velocidad de cambios dirigidos que deja atrás a la sociedad civil, que deja ‘anticuado’ u ‘obsoleto’ al ser humano, que se ve obligado a correr tras los destellos seductores del señuelo tecnológico, idealizado por los medios de comunicación. Anders viene a advertir sobre el efecto narcotizante del espectáculo de la guerra, que permite ver y saber de la destrucción y de la muerte de miles de personas coetáneas por las que no somos ‘capaces de derramar una lágrima’. Una acción que analiza también con ejemplos históricos en los que la propaganda ‘civilizada’ tranquiliza anticipadamente los brotes de mala conciencia que deberían provocar en el individuo la disonancia entre el concepto de civilización y la destrucción de la guerra.
Muchas de las críticas de Anders hacia los medios se sustentan en su acción degradante sobre la cultura cívica y democrática. La esencia de la democracia, señala, radica en ‘poder tener una opinión propia y, a la vez, poder expresarla’ pero hoy el mundo se encuentra narcotizado frente al televisor y ‘se le alimenta con opinión a cucharadas’. Por ello, la idea de ‘tener opinión propia’ carece de sentido, ya que es la propia ‘alimentación’ ideológica de la televisión la que define y engorda el sistema. Sin opinión propia, se pregunta Anders, ¿es posible la democracia?. Además, los medios, que suministran el mismo ‘pienso’ a audiencias masivas, tampoco permiten la respuesta individual, por lo que convierten a la audiencia en siervo mediático del sistema.
Cuando la panacea del progreso se convierte en un desarrollo económico sin límite, la satisfacción de las necesidades humanas que describen su felicidad natural es modificada por unas construcción cíclica de necesidades falsas que actúan como estímulo y control, como ‘colonización’ tecnológica y mediática de las mentes.
En su ensayo ‘El Mundo Fantasmal de la TV’ (‘The Phantom World of TV’ en B. Rosenberg y D. M. White (eds.), Mass Culture: The Popular arts in America, 1957) hace una advertencia sobre los peligros de una sociedad que reduce su capacidad de interlocución, su respuesta crítica y reduce los nutrientes de opinión al maná audiovisual: "Como el televisor es el que habla, nos priva gradualmente del poder del habla, convirtiéndonos en dependientes pasivos".

Acerca de la televisión

(Reproducido de Thierry Simonelli 'Technique et normalisation selon Günther Anders').

La machine à images

Les réflexions de Anders sur la télévision peuvent être résumées par les 8 thèses suivantes (AM 2, pp. 252-256) :
1. La télévision nous dérobe la possibilité même de l’expérience. En ingurgitant des expériences toutes faites, notre faculté de perception, notre faculté de jugement se mettent au diapason des images déversées. La seule expérience sensible qui reste est celle du mur d’images, livré à domicile à l’état liquide, imperceptible comme jugement et inaccessible à la critique.
2. De ce fait, il nous devient impossible de distinguer réalité et représentation. En devenant réalité, la représentation n’usurpe pas la place de la réalité, elle absorbe la réalité dans la représentation. La seule réalité est celle qui, susceptible de se mettre en scène, apparaît comme image.
3. Dès lors que le fantôme du monde devient matrice du monde, il conditionne une « imitation inversée ». Chaque image (Bild) tend à prendre la forme d’un idéal (Vorbild). Le monde avant ou après l’image n’a plus le droit d’exister qu’à titre de décalque du décalque.
4. La livraison liquéfiée et liquéfiante nous transforme en consommateurs permanents et nous fige dans la position de la passivité du nourrisson. De même que nous voyons des images d’un monde auquel nous ne participons pas, nous entendons des discours auxquels nous ne pouvons répondre. Voir devient ainsi du voyeurisme, écouter (hören) une variante de l’obéissance (Hörigkeit). Comme les images qui présentifient un monde absent, nous sommes, en tant que spectateurs, présents et absents tout à la fois.
5. La passivation équivaut à une perte de liberté. Mais à une perte de liberté qui ne se manifeste pas comme telle. Devant la télévision, nous ne faisons pas l’expérience de la passivité. Au contraire, nous nous retrouvons dans la position d’une toute-puissance et d’une omniscience virtuelles, vécues comme jouissives. Le monde est à la portée de la main qui tient la télécommande.
6. Du fait d’être gavé d’images, nous sommes gorgés d’idéologie. Les images isolées, séparées, décontextualisées interdisent toute représentation cohérente d’un ensemble, d’une situation, d’un fait, concrets. Cette parcellisation de l’image conditionne une sorte de cécité causale face à l’ici et au ceci.
7. L’infantilisation machinale nous fige dans la phase « orale industrielle ». L’assimilation de nourriture en vient à constituer le seul modèle de l’expérience.
8. Afin d’être le plus largement comestible, l’image doit être désamorcée. Dans le flot sursaturant des images, les différences s’estompent pour laisser place au nivellement harmonieux. De même qu’un grand nombre d’enseignes lumineuses se neutralisent et donnent lieu à une lueur uniforme (AM 2, p. 336), de même les images télévisées nous précipitent dans une indifférence générale où rien ne compte plus parce que tout y est unique et extraordinaire. L’ouverture intégrale au monde est la contrepartie de la cécité complète du spectateur.

Il s’ensuit 5 conséquences:

1. Le monde est à la taille (paßt) de l’homme
Comme tout produit, le monde des images est d’emblé adapté à la consommation. C’est un monde prêt-à-porter, ou plutôt un monde prêt à la consommation. Il n’est plus ob-jet (Gegenstand) comme il n’oppose plus de résistance ; grâce à la télévision, la résistance du monde est devenue imperceptible.
2. Le monde, en tant que monde disparaît
Le monde de la télévision fait partie de ce type d’objet qui disparaissent à l’usage : les bines de consommation. Sa seule raison d’être, est d’être consommé, absorbé, c’est-à-dire supprimé en tant qu’objet.
3. Le monde d’aujourd’hui est post-idéologique
La télévision réalise l’utopie post-idéologique marxienne sous forme inversée. Marx pensait que la réalité réalisée (11 thèse sur Feuerbach) pouvait prendre le relais de la philosophie. Avec la télévision, c’est la non-vérité qui se réalise de façon triomphante. L’idéologie est rendue superflue par le fait que les non-vérités sont rendues réelles: «unwahre Aussagen über die Welt – [sind] ‘Welt’ geworden » (AM 1). Les énoncés faux portant sur le monde sont devenues monde. De même que nous sommes incapables de départager des petits pains déjà cuits en leurs matières premières pour les cuire à nouveau, nous sommes incapables de réarticuler le monde idéologiquement arrangé, découpé et interprété de l’image télévisée.
4. Il n’y que des estampillés qui sont estampillés
Si l’image convient si bien au consommateur, c’est que le consommateur lui-même a, de son côté, été adapté à l’image. L’homme est à la taille de ce monde de même que le monde est à sa taille. Il existe une convergence parfaite entre les deux qui fait que, l’estampillage passe sans laisser de traces.
5. L’être-là au pays de cocagne est radicalement non-libre
Notre choix se limite à la sélection des fantômes livrés par la télévision ou la radio. Nous sommes livrés à (remis aux mains de) nos livraisons. Car, il ne nous est plus possible de juger par nous même, de faire des expériences, de prendre position.
L’aliénation est double. Marx avait mis à jour la rupture du rapport entre le travailleur et son produit. Le travail n’a plus de sens pour lui comme son objet lui est dérobé. Or, selon Anders, il en est exactement de même de la consommation, ou de la jouissance. La vie aliénée ne consiste pas seulement dans un travail sans fruit du travail, mais aussi en fruits sans travail. Dans ce sens, la jouissance est tout aussi aliénante que le travail désapproprié.
Il s’ensuit que la résitance elle-même devient produit pour satisfaire la faim de l’effort. En guise de repos de la livraison permanente de marchandises, l’industrie fournit une marchandise supplémentaire : l’effort. Parmi ces marchandises, Anders range : le sport, le hobby, le « do it yourself », les cours et formations de créativité : expression de soi créative, écriture créative, etc.


Comunicación, Sociedad y Cultura, Perfil biográfico y pensamiento
© BDN/Infoamérica.

ANTANAS O EL TRAJE NUEVO DEL EMPERADOR

Para mis amigos: Erika Prieto, Carlos Galeano, Rubén Darío Betancur y Hernán Pineda



ANTANAS Ó EL TRAJE NUEVO DEL EMPERADOR.

Por: Sergio Andrés Giraldo Galeano.


Cuando escucho a alguno de los simpatizantes del Profesor Antanas Mockus afirmar que este candidato presidencial es una de las personas más inteligentes que hay en Colombia; o que reúne en su persona las mejores cualidades de un pedagogo; o que a un país tan atrasado como el nuestro le resulta muy difícil entender unos planteamientos tan avanzados como los suyos; o que sus ideas - finas y alambicadas- serían acogidas con mayor beneplácito si viviéramos en una sociedad más culta y educada, y que precisamente por eso sus principales objetivos, como eventual mandatario de los colombianos, son educar y culturizar; cuando este tipo de aseveraciones son empleadas para tratar de contrarrestar las críticas que se le han hecho al discurso ininteligible de Mockus, no puedo menos que recordar un cuento de Hans Christian Andersen titulado “El Traje Nuevo del Emperador”.

El escritor danés nos cuenta la historia de un par de bribones que se presentan en la corte de un emperador vanidoso, bastante aficionado a la ropa elegante, haciéndose pasar por tejedores y afirmando que son capaces de elaborar la tela más hermosa del mundo, la cual goza, además, de una propiedad extraordinaria: solo pueden verla las personas inteligentes, porque se invisibiliza para los estúpidos. El hecho es que el emperador, impulsado por su devoción a la moda, contrata a los dos pillos para que le diseñen un vestido que luciría durante un desfile. Los estafadores se dan entonces a la tarea de confeccionarle un traje.

Maestros en el arte de la pantomima, comienzan a comportarse como si tomaran medidas, cortaran tela o pasaran hilo por una aguja. Pero nadie pueden ver el vestido: ni los ayudas de cámara, ni las damas de compañía, ni los ministros, ni siquiera el mismo emperador. Sin embargo, cuando se concluye la obra, todos alrededor convienen en admirar la belleza de los colores, la extensión de la cola y el buen gusto de los pliegues, en tanto felicitan a ambos sastres por sus habilidades. Todo esto era “entendible” dado que, confesar la incapacidad para ver la tela, era igual a confesar que se era tonto o, por lo menos, poco inteligente.

A pesar de que no veía ni sentía el vestido que supuestamente lo engalanaba, el emperador, impelido por su veleidad, y acompañado de su séquito, inicia el desfile en medio de los vítores, piropos y soflamas del pueblo que daba voces celebrando el maravilloso vestido que lucía su mandatario. El rumor de las cualidades mágicas de la tela ya había cundido por todo el reino y nadie se atrevía a expresar que el emperador no llevaba ningún vestido, que sus lacayos no sostenían ninguna cola y que, en definitiva, el monarca marchaba en cueros. Todos prefirieron callar esta verdad y optaron por engañar y engañarse, por acrecentar la mentira mintiéndose así mismos.

La historia termina cuando un pequeño niño (Andersen lo llama “la voz de la inocencia”) se atreve a gritar en medio de la multitud que el emperador no llevaba ropa, generando un gran revuelo en medio de los concurrentes quienes optan por abandonar la falacia colectiva y comienzan a burlarse de la desnudez del tirano (este vocablo no aparece en el texto original, pero ¿qué otra cosa puede ser un emperador?) Lo grave del asunto es que muchos de los asistentes deciden permanecer en su fantasía y continúan alabando el traje nuevo del emperador. Él mismo, continúa hasta el final el desfile como si estuviera vestido.

Pues bien, he llegado a la conclusión de que el discurso del candidato presidencial del Partido Verde puede asemejarse al vestido del cuento. Muchos creen que los argumentos de Mockus son tan profundos -tan filosóficos, se atreven a decir- que la mayoría de los mortales no pueden entenderlos. Su comprensión está reservada sólo para un pequeño grupo bien informado: Los ex alcaldes de Bogotá y de Medellín, y uno que otro coordinador de la campaña.

Pero resulta que quienes lo acompañan esgrimen un discurso igual de inexpugnable y ambiguo. Su candidato a la vicepresidencia, Sergio Fajardo, por ejemplo, jamás se ha atrevido a tener una postura clara frente a los temas más importantes de nuestra sociedad y, como si se leyera todos los libros de autoayuda y de superación personal que salen al mercado anualmente, está convencido que siempre hay que ver el lado bueno de las cosas, incluso del régimen uribista. ¡Qué alguien me muestre el lado bueno de los ocho años del gobierno de Uribe Vélez sin mencionar los supuestos logros de la tan cacareada “Seguridad Democrática”, política que no es más que otro Traje Nuevo del Emperador!. Y sin embargo todos sus conmilitones aplauden semejantes demostraciones de sabiduría afirmando que “ese si es un estratega”, que “ese si es un estadista”. El senador Jorge Robledo, haciendo gala de su buen humor, afirmó lo siguiente: “Sergio Fajardo de lo único que sabe hablar es de la dulzura del dulce y de la benevolencia de la bondad”. Yo comparto plenamente esa sentencia.

Prefiero omitir cualquier referencia a Luis Eduardo Garzón o a Enrique Peñalosa, porque sencillamente no se merecen siquiera un lánguido sarcasmo.

El discurso de Mockus es un matalotaje de incoherencias, de contradicciones y de fe de erratas que no puede dar sino grima. No es que sus ideas sean muy "finas y alambicadas", sencillamente, son la demostración de que es posible complejizar lo simple hablando vanamente de lo que no se ha meditado. Hoy más que nunca considero, no sólo que este candidato es incapaz de dar a entender sus planteamientos, sino que sus planteamientos en sí mismos son un sinsentido. Cuando asumimos la lectura de autores complejos –los idealistas alemanes, por ejemplo- se nos dificulta al principio la comprensión cabal de sus tesis, pero con un poco de esfuerzo y asesoría, podemos descubrir rasgos de genialidad y hasta de claridad. Pero a Mockus nada se le entiende por más que uno se esfuerce y no es fácil encontrar a alguien que nos indique qué es lo que quiso decir.

La prueba de ello son sus retractaciones respecto a la extradición de Uribe y a sus convicciones religiosas. Yo por mi parte tampoco extraditaría al ya casi ex presidente Uribe (¡siento un frescor en el cuerpo cuando pienso en eso!) porque creo que la justicia colombiana puede juzgarlo y condenarlo, y tampoco me atrevería a decir que soy agnóstico, porque considero que el agnosticismo es una forma vergonzante de ateísmo y yo soy un orgulloso ateo militante.

No acabo de descubrir esto que escribo. Siempre he visto en Mockus un político del galimatías y un conversador soporífero. Sin embargo, en medio de sus embrollos idiomáticos, me había parecido un tipo irreverente y hasta gracioso: unas veces disfrazado de super héroe, otras luciendo un sombrero triangular. O tirándole agua a Horacio Serpa. O llegando en bicicleta al Palacio de Liévano cuando fue Alcalde de Bogotá.

Lo de su matrimonio en un circo si me ofendió mucho porque desde hace años propugno por la defensa de los derechos de los animales y Raúl Gasca, el dueño del circo donde contrajo matrimonio el profesor Antanas, es el más grande torturador de animales que ha pisado este país, después de César Rincón, obviamente. Esto, además, desdice mucho de sus supuestas convicciones ecológicas.

Tampoco me produce la menor gracia su indiscutible mentalidad neoliberal y privatizadora, ni su beneplácito con las bases militares que recientemente instaló en nuestro territorio el Imperio estadounidense y menos aún su apoyo al Plan Colombia y a los tratados de libre comercio.

Pero, a pesar de todos esos “lunares” –grandes manchas sería mejor decir- manifesté que era viable respaldar a Mockus porque no era ni paramilitar, ni narcotraficante, ni corrupto, ni inquisidor de las ideas de IZQUIERDA DEMOCRÁTICA que enarbola el POLO DEMOCRÁTICO ALTERNATIVO. Con eso me bastaba, porque considero que un gobierno que se aleje de esos cuatro males, necesariamente significará un gran avance para Colombia. También afirmé que, si en algún momento, Mockus incumplía alguna de esas premisas –convalidando el paramilitarismo, alcahueteando el narcotráfico, cometiendo actos de corrupción o macartizando a la oposición que en Colombia encarna el PDA- yo dejaría de considerarlo una opción de cambio.

Pues bien, la segunda semana de mayo una de las cuatro cualidades que admiraba en Mockus se fue al traste con las declaraciones que hizo respecto a las dudas que lo embargan sobre la supuesta aprobación que le daban algunos sectores del POLO a la lucha armada en Colombia. No trascribiré la aseveración del candidato verde porque se trata de una ignominia que no merece ser expuesta nuevamente. Eso sí, quisiera que Mockus algún día leyera el Ideario de Unidad del POLO y pueda darse cuenta de lo que dice sobre el particular. El POLO tiene suficiente claridad sobre su política en materia de conflicto y paz. La claridad que, entre otras cosas, le hace falta a Antanas para responder muchas de las preguntas que se le hacen.

El jueves 13 de mayo tuve, por primera vez, a Antanas Mockus frente a frente mientras participaba en un foro organizado por la Universidad de Antioquia y desarrollado en el “Teatro Popular Comandante Camilo Torres”. ¡Qué decepción! O mejor sería decir: ¡Qué capacidad para demostrarse incapaz! ¡Qué habilidad para evitar responder con concreción las preguntas! Lo peor del asunto es que llegó golpeándose la cabeza con un lápiz que luego le enseñaba al público como queriendo decir: “!Hey! Piensen. Aquí si hay proyecto de nación. Yo si soy un candidato inteligente” A lo que todos sus seguidores respondieron golpeándose a su vez la cabeza con un lápiz que después le enseñaban al candidato como diciéndole: “¡Hey Antanas! Ya lo pensamos y descubrimos que tu programa de gobierno es el mejor y que tú eres el candidato más inteligente”

Pero, a pesar del lápiz y de la coreografía, a Antanas se le dificultó mucho dar a entender sus propuestas y no se mostró como una persona lúcida. Seguiré pensando que es un buen matemático, porque no tengo como controvertir esa presunción, pero por lo demás puedo afirmar que no es un buen político y que dudo mucho de su talante filosófico. Mockus se la pasó haciendo referencias a lo sagrado, a lo sacramental y a lo sacrílego. Confundía la pregunta que se le estaba haciendo con la anterior. Dispuso de todo el tiempo que se le daba para que interviniera y nunca concluyó nada. Incluso, ante una intervención supremamente acertada de un amigo mío acerca del aumento de la pobreza en Bogotá durante los años en que él la estuvo administrando, se mostró displicente y finalizó echándole la culpa de la situación a la “macroeconomía” ¡Qué decepción! Lo peor del caso es que la gente lo aplaudía a rabiar. Mockus decía una incoherencia y lo aplaudían. Mockus empezaba a hablar de lo que no le habían preguntado y lo aplaudían. Mockus no respondía… y lo aplaudían.

Fue en ese preciso momento cuando me acordé del cuento de Hans Christian Andersen y decidí unirme a aquellos que desde las tribunas increpaban y ponían en solfa al candidato verde porque se dieron cuenta que su discurso carece de contenido, que su repunte en las encuestas se debe más a lo que la gente cree que es, que a lo que él realmente es como político, y ,sobre todo, que se atrevieron a elevar su voz disidente delante de toda una masa que lo ensalzaba y que lo veía como el redentor de Colombia. Pero Mockus va desnudo; es decir, “el traje nuevo” de sus ideas es inexistente. La verdadera demostración de inteligencia es darse cuenta de ello.

En algún momento consideré la posibilidad de votar por Mockus en la primera vuelta, no porque lo considerara el mejor (que para mí siempre ha sido Gustavo Petro, a pesar de las grandes diferencias que conservo con él), sino porque lo creía el “menos peor” de los que van punteando las encuestas (porque el más funesto es Santos definitivamente). Arrostré discusiones con mis compañeros del POLO defendiendo que era necesario apoyar al ex alcalde porque lo más importante era evitar que el régimen uribista se perpetuara. Sin embargo, hoy me doy cuenta que lo más importante es estar en paz conmigo mismo conservando la firmeza en las convicciones y defendiendo los principios que me unen al POLO.

Sigo creyendo que Antanas no es ni corrupto, ni paramilitar, ni narcotraficante. Estoy convencido de que su plataforma política proscribe esas plagas. Pero con eso no basta. Colombia requiere un mandatario que sea decente, pero también que sea inteligente, coherente y que tenga un buen plan de gobierno. Ese candidato es Petro. Por eso votaré AMARILLO en la primera vuelta. En la segunda vuelta (si la mafia narcoparauribista no impide que la haya) votaré contra Santos Calderón.

Espero que el pueblo colombiano esta vez se haga responsable de su propio futuro y que no tenga que acudir a metafísicas providenciales. ¿De qué sirve pedirle a dios que nos conceda la felicidad, la abundancia y la paz cuando ya los obispos y pastores de Colombia se nos adelantaron y le han recomendado al candidato del partido de la U como próximo presidente?

Vuelvo a Mi Partido, este es mi acto de contrición. Faltan todavía algunos días para las elecciones presidenciales en Colombia. Ojalá muchos de mis amigos y amigas que militan en el POLO y que en estos momentos están acompañando al Partido Verde hagan la misma valoración que yo estoy haciendo respecto a Antanas Mockus, a quién de todas maneras le deseo, más que suerte, decisión y buen juicio, de ahora en adelante.

viernes, 7 de mayo de 2010



DE LAS PIEDRAS DE DAVID A LOS TANQUES DE GOLIAT

JOSÉ SARAMAGO

Afirman algunas autoridades en temas bíblicos que el Primer Libro de Samuel se escribió en la época de Salomón o inmediatamente después; en cualquier caso, antes del cautiverio en Babilonia. Otros estudiosos no menos competentes afirman que no sólo el Primero sino también el Segundo Libro de Samuel se redactaron después del exilio de Babilonia, y que su composición obedece a lo que la estructura histórico-político-religiosa denomina esquema deuteronomista, es decir, sucesivamente, la alianza de Dios con su pueblo, la infidelidad de ese pueblo, el castigo de Dios, la súplica del pueblo, el perdón de Dios. Si el venerable texto procede de la época de Salomón, podemos decir que sobre él han pasado hasta hoy, en números redondos, unos tres mil años. Si los redactores llevaron a cabo su trabajo después de que los judíos regresaran del exilio, entonces hay que restar a ese número unos 500 años, mes más, mes menos.

Esta preocupación por el rigor temporal tiene como único propósito proponer a la comprensión del lector la idea de que la famosa leyenda bíblica del combate entre el pequeño pastor David y el gigante filisteo Goliat (que no llegó a producirse) se cuenta equivocadamente a los niños, por lo menos, desde hace 25 o 30 siglos. A lo largo del tiempo, las diversas partes interesadas en el asunto han ido elaborando, con la conformidad acrítica de más de 100 generaciones de creyentes, tanto hebreos como cristianos, toda una engañosa mistificación sobre la desigualdad de fuerzas que había entre los brutales cuatro metros de altura de Goliat y la frágil complexión física del rubio y delicado David. Dicha desigualdad, enorme según todas las apariencias, quedaba compensada e invertida a favor del israelita gracias a que David era un muchacho astuto, y Goliat, una estúpida masa de carne; tan astuto era el primero que, antes de ir a enfrentarse al filisteo, encontró en la orilla de un riachuelo que había por allí cerca cinco piedras lisas, que metió en la alforja; tan estúpido el otro, que no se dio cuenta de que David llegaba armado con una pistola. Que no era una pistola, protestarán, indignados, los amantes de las verdades míticas soberanas, que era simplemente una honda, una humildísima honda de pastor, como las que habían utilizado en tiempos inmemoriales los criados que tenía Abraham para cuidar el ganado. Es verdad, no parecía una pistola, no tenía cañón, no tenía culata, no tenía gatillo, no tenía cartuchos; lo que tenía eran dos cuerdas finas y resistentes, atadas por los extremos a un pequeño pedazo de cuero flexible, en cuyo hueco la mano experta de David colocó la piedra que, desde lejos, partió veloz y poderosa como una bala contra la cabeza de Goliat, le derribó y le dejó a merced del filo de su propia espada, que ya empuñaba el diestro tirador. Si el israelita consiguió matar al filisteo y dar la victoria al ejército de Dios vivo y de Samuel, no fue por ser más astuto, sino simplemente porque llevaba consigo un arma de largo alcance y sabía manejarla. La verdad histórica, modesta y nada imaginativa, se conforma con enseñarnos que Goliat no tuvo ni siquiera la posibilidad de poner las manos encima de David; la verdad mítica, insigne fabricante de fantasías, nos embaucó hace 30 siglos con el maravilloso cuento del triunfo de un pequeño pastor sobre la brutalidad de un guerrero gigantesco al que, al final, de nada sirvió el pesado bronce del casco, la coraza, las espinilleras y el escudo. Sea cual sea la conclusión que podamos sacar del desarrollo de este edificante episodio, David, en las numerosas batallas que le convirtieron en rey de Judá y Jerusalén y extendieron su poder hasta la margen derecha del Éufrates, no volvió a usar la honda ni las piedras.

Tampoco las usa ahora. En los últimos 50 años han crecido hasta tal punto las fuerzas y la dimensión de David, que ya no es posible ver y reconocer diferencias entre él y el altivo gigante; incluso puede decirse, sin ofender la deslumbrante claridad de los hechos, que se ha convertido en un nuevo Goliat. David, hoy, es Goliat, pero un Goliat que ya no carga con armas de bronce inútiles y pesadas. Aquel rubio David de antaño sobrevuela en helicóptero las tierras palestinas ocupadas y dispara misiles contra inocentes desarmados, aquel delicado David de otrora tripula los tanques más poderosos del mundo y aplasta y revienta todo lo que encuentra a su paso, aquel David lírico que cantaba loas a Betsabé, encarnado ahora en la figura gargantuesca de un criminal de guerra llamado Ariel Sharon, lanza el 'poético' mensaje de que primero es preciso acabar con los palestinos para después negociar con los que queden.

En pocas palabras, en esto es en lo que, con ligeras variaciones meramente tácticas, consiste desde 1948 la estrategia política israelí. Intoxicados mentalmente por la idea mesiánica de un Gran Israel que haga por fin realidad los sueños expansionistas del sionismo más radical, contaminados por la monstruosa y arraigada 'certeza' de que en este mundo catastrófico y absurdo existe un pueblo elegido de Dios y que, por tanto, están automáticamente justificadas y autorizadas, en nombre de los horrores del pasado y de los miedos de hoy, todas las acciones nacidas de un racismo obsesivo, psicológica y patológicamente exclusivista, educados y formados en la idea de que cualquier sufrimiento que hayan infligido, inflijan o vayan a infligir a los demás, especialmente a los palestinos, siempre será inferior a los que ellos padecieron en el Holocausto, los judíos arañan sin cesar su propia herida para que no deje de sangrar, para hacerla incurable, y la muestran al mundo como si se tratase de una bandera. Israel se adueña de las terribles palabras de Dios en el Deuteronomio: 'Míos son la venganza y el pago'. Israel quiere que todos nosotros nos sintamos culpables, directa o indirectamente, de los horrores del Holocausto; Israel quiere que renunciemos al más elemental juicio crítico y nos transformemos en un eco dócil de su voluntad; Israel quiere que reconozcamos de iure lo que, para ellos, es ya un ejercicio de facto: la impunidad absoluta. Desde el punto de vista de los judíos, Israel no podrá ser nunca sometido a juicio, porque fue torturado, gaseado e incinerado en Auschwitz. Me pregunto si aquellos judíos que murieron en los campos de concentración nazis, aquellos que fueron perseguidos a lo largo de la historia, aquellos que murieron en los pogromos, aquellos que quedaron olvidados en los guetos, me pregunto si esa inmensa multitud de desgraciados no sentiría vergüenza al ver los actos infames que están cometiendo sus descendientes. Me pregunto si el haber sufrido tanto no sería el mejor motivo para no hacer sufrir a los demás.

Las piedras de David han cambiado de manos, ahora son los palestinos los que las arrojan. Goliat está al otro lado, armado y equipado como nunca lo ha estado soldado alguno en la historia de las guerras, aparte, claro está, del amigo norteamericano. Ah, sí, las horrendas matanzas de civiles causadas por los llamados terroristas suicidas... Horrendas, sí, sin duda; condenables, sí, sin duda, pero a Israel le queda aún mucho que aprender si no es capaz de entender las razones que pueden llevar a un ser humano a transformarse en una bomba.