domingo, 15 de agosto de 2010

AL RESCATE DE MAXIMILIEN ROBESPIERRE

Debemos cumplir una misión urgente, y realizarla con esmero y cuidado. Un comando de fuerzas especiales de la izquierda anticapitalista española, compuesto por nuestros mejores militantes, debe partir de inmediato hacia Francia, para encontrar la sepultura perdida de Maximilien Robespierre, rescatando sus restos mortales. Acabaremos así con uno de los misterios de la Revolución Francesa, desvelando el destino final del que fue el más grande de sus líderes.La primera parada de la expedición será el cementerio de Errancis, donde los termidorianos enterraron al Incorruptible, cubriéndole con cal viva. El equipo de arqueólogos de la Federación Estatal de Foros por la Memoria tendrá que trabajar duro, inspeccionar el camposanto de cabo a rabo, buscando cualquier mínimo rastro de Robespierre. Y si aparece de paso Louis Antoine de Saint-Just, su principal lugarteniente, mataremos dos pájaros de un certero disparo.Si fracasamos en el intento y no descubrimos nada, no hay porqué preocuparse. El cuerpo de Robespierre no es indispensable para que el operativo finalice exitosamente. Lo que sí necesitamos son los ideales robiesperristas, aquel torrente de pensamientos que hicieron temblar el mundo. Ahora estas ideas nos ayudaran a rehacer nuestra constelación de causas perdidas, que se han ido resquebrajando a medida que triunfaba el neoliberalismo.El PSOE, nacido marxista y reeducado sociademócrata, es el partido del orden y del capital, el partido de la gran banca y de la oligarquía. Enzarzado el PP en una lucha a cara de perro, de pronóstico reservado, el PSOE es la garantía de que el statu quo no se modificará en detrimento de la clase empresarial. El PSOE es el enemigo a batir, por mucho que se empeñe la progresía en mostrarnos los horrores del PP. La reconstrucción de la izquierda alternativa y transformadora se hará contra el PSOE y contra el Gobierno ZP.Para recuperarnos del coma profundo que sufrimos, necesitamos tanto la teoría económica de Marx como la propuesta demócrata radical de Robespierre. El socialismo del futuro será robespierrista o no será, será democrático o sólo será un sucedáneo, una chuchería con la que endulzar la mediocridad imperante. El hilo rojo que une a Karl Marx y a Maximilien Robespierre, del que ya han hablado otros antes que yo, forjará la madeja del anticapitalismo revolucionario, en este nuevo siglo.Estamos en la última década del siglo XVIII. La joven República Francesa, atacada e invadida por las más poderosas naciones del orbe (la misma situación se repetiría 130 años después con la naciente Unión Soviética), vacilaba entre los realistas, los girondinos y los jacobinos, estableciendo para siempre los conceptos de derecha, centro e izquierda. Marat, Danton, La Fayette, Robespierre, Saint-Just, Bonaparte, ocupaban la arena pública, debatiendo en la Convención o en la Asamblea Nacional, publicando panfletos insurreccionales o dirigiendo los ejércitos franceses hacia la victoria. Sobre todos ellos, brillaba Robespierre.Maximilien Robespiere, tribuno de la plebe, abogado de los humildes, defensor del pueblo campesino y trabajador, miembro del ala izquierda del club de los jacobinos, figura maldita para monárquicos y burgueses, idolatrado por los sans culottes, magnífico orador, parlamentario agresivo, hombre de salud escasa, con razón la masa le llamó Incorruptible. Denostado durante siglos, vilipendiado y olvidado, descatalogado por la ortodoxia soviética, víctima de una campaña de desprestigio demasiado larga y cruel, consiguió combinar los aspectos más positivos del liberalismo con lo que él mismo calificó de economía política popular.La economía política popular que propugnaba Robespierre defendía la prevalencia del poder político sobre el poder económico, defendiendo el control ciudadano de la economía. Se oponía así a la libertad total del mercado, base fundamental del liberalismo clásico, precisando que nunca el derecho a la propiedad privada podría situarse por encima del derecho a una existencia digna. Ni el derrocamiento de la Monarquía Borbón ni la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano eran suficientes, sólo etapas importantes de una carrera de fondo hacia la libertad y hacia la felicidad, que todavía recorremos.Ante aquellos que pretendían negar el derecho al voto a judíos y a comediantes, Robespierre afirmaba "Devolvámoslos a la felicidad, a la patria, a la virtud, devolviéndoles la dignidad de hombres y de ciudadanos libres; soñemos que jamás puede ser política, que se pueda llama así, el condenar al envilecimiento y a la opresión a una multitud de hombres que viven entre nosotros". El de Arrás atacaba los prejuicios antijudíos, propios de entonces, exigiendo la igualdad legal para cualquier ciudadano.Robespierre se oponía a a la proposición de ley marcial, que trataban de aprobar los reaccionarios con el fin de sofocar militarmente los numerosos motines populares que estallaban en Francia. Justificaba el derecho del pueblo a la insurrección si el Estado violaba las libertades, argumentando que "El pueblo volverá a ponerse por sí mismo bajo el yugo de las leyes cuando éstas no sean otra cosa que protección y provecho"."Todos los hombres nacidos y domiciliados en Francia son miembros de la sociedad política que se llama la nación francesa, es decir, ciudadanos franceses. Lo son por la naturaleza de las cosas y por los principios primeros del derecho de las gentes. Los derechos unidos a este título no dependen ni de la fortuna que cada uno de ellos posee, ni de la cantidad del impuesto a la que está sometido, porque no es el impuesto lo que nos hace ciudadanos; la cualidad de ciudadanos obliga solamente a contribuir a los gastos comunes del estado, según sus facultades". Con estas palabras combatía Robespierre el sufragio censitario, que privaba del derecho al voto a la inmensa mayoría de los franceses.El diputado jacobino siempre se enfrentó al esclavismo, porque lo consideraba incompatible con la propia Revolución: "Desde el momento en que, en uno de vuestros decretos, hayáis pronunciado la palabra esclavo, habréis pronunciado vuestro propio deshonor y el derrocamiento de vuestra constitución"."Cuanto más pobre se es, más necesidad se tiene de la autoridad protectora; así, lejos de disminuir esta facultad, para la causa de los ciudadanos más pobres, es por el contrario a estos ciudadanos a quienes el legislador debe garantizarla de la manera más auténtica y extensa". Este pequeño apunte deja bien claro en que trinchera de la lucha de clases estaba Maximilien Robespierre .Frente a los que promovían la guerra de conquista para, supuestamente, extender los principios revolucionarios por Europa, Robespierre replicaba "La idea más extravagante que puede nacer en la cabeza de un político es creer que es suficiente que un pueblo entre a mano armada en un pueblo extranjero para hacerle adoptar sus leyes y su constitución. Nadie quiere a los misioneros armados. Y el primer consejo que dan la naturaleza y la prudencia es rechazarlos como enemigos". Anticipaba de este modo el fracaso del socialismo real, impuesto por el Ejército Rojo a los países del Este tras el aniquilamiento del Tercer Reich. Incluso, se adelantaba al error tremendo del Che Guevara, lo que le acabó costando la vida en las selvas de Bolivia.En otra de sus fantásticas alocuciones, respondía a los que le acusaban de tomar medidas ilegales para actuar contra los enemigos de la revolución, alegando que "Todas aquellas cosas eran ilegales, tan ilegales como la revolución, como la caída del trono y de la Bastilla, tan ilegales como la propia libertad" ."La libertad del comercio es necesaria hasta el límite en que la codicia homicida empieza a abusar de ella"; "Ningún hombre tiene el derecho a amontonar el trigo al lado de su semejante que muere de hambre"; "La primera ley social es pues la que garantiza a todos los miembros de la sociedad los medios de existir"; "Todo cuanto resulte indispensable para conservarla (la vida) es propiedad común de la sociedad entera"; "Toda especulación mercantil que hago a expensas de la vida de mi semejante no es tráfico, es bandidaje y fratricidio". La prosa contundente del Incorruptible deja bien claro que el ser humano es más importante que el mercado, que nadie debe hacerse rico a costa de que otros se mueran de hambre. Anticapitalismo del bueno, parece escrito para describir la globalización.También atacaba la pena de muerte: "Quiero probaros dos proposiciones principales: la primera, que la pena de muerte es esencialmente injusta; la segunda, que no es la más represiva de todas las penas, y que contribuye mucho más a multiplicar los crímenes que a prevenirlos". Precisamente, la acusación que lanzó la reacción contra Robespierre, y que aún se escucha, es que fue un tirano sanguinario, acérrimo partidario de la pena de muerte. Otra mentira más. Sólo fue partidario de ella en contadas ocasiones. Cierto es que votó a favor de la ejecución del rey, medida extrema que contribuyó a descabezar la conspiración contrarrevolucionaria. En la época del Terror, con Francia asaetada por los ejércitos absolutistas, justificó el uso de la pena de muerte para preservar la integridad de la república, seriamente amenazada."Dar al gobierno la fuerza necesaria para que los ciudadanos respeten siempre los derechos de los ciudadanos, y hacer de manera que el gobierno nunca pueda violarlos". Estas debían ser las funciones del Poder Legislativo según Robespierre. "Los males de la sociedad no provienen jamás del pueblo sino del gobierno"; "El interés del pueblo es el bien público. El interés del hombre con poder es el bien privado". Como pueden apreciar, Robespierre era rousseauniano, demasiado ingenuo, demasiado honesto para este mundo de canallas.El discurso sobre los Principios del Gobierno Revolucionario es fundamental en la trayectoria de Maximilien Robespierre: "La teoría del gobierno revolucionario es tan nueva como la revolución que la ha traído. No hay que buscarla en los libros de los escritores políticos, que no han visto en absoluto esta Revolución, ni en las leyes de los tiranos que contentos con abusar de su poder, se ocupan poco de buscar la legitimidad; esta palabra no es para la aristocracia más que un asunto de terror; para los tiranos, un escándalo; para mucha gente un enigma. El principio del gobierno constitucional es conservar la República; la del gobierno revolucionario es fundarla... El gobierno constitucional se ocupa principalmente de la libertad civil; y el gobierno revolucionario de la libertad pública. Bajo el régimen constitucional es suficiente con proteger a los individuos de los abusos del poder público; bajo el régimen revolucionario, el propio poder público está obligado a defenderse contra todas las facciones que le ataquen. El gobierno revolucionario debe a los buenos ciudadanos toda la protección nacional; a los enemigos del pueblo no les debe sino la muerte".La reacción obligó a la Revolución a actuar rigurosamente, aplicando la pena de muerte a opositores y a conspiradores. Robespierre ejerció como contrapeso, dentro del Comité de Salud Pública del que era miembro, entre las posturas más extremistas y las más moderadas. Era un hombre, nada más y nada menos que una persona, por lo que su quehacer político no fue perfecto, cometió errores en algunas ocasiones, aunque siempre tuvo al pueblo en su corazón."La esencia de la república o de la democracia es la igualdad, se concluye de ello que el amor a la patria abarca necesariamente el amor a la igualdad. Es verdad también que este sentimiento sublime supone la prioridad del interés público sobre todos los intereses particulares". La igualdad, la bendita igualdad, el horizonte de nuestras batallas, fue también el propósito final de aquel francés enfermizo y enjuto, que un día sembró de inquietud el alma podrida de los poderosos.Cojamos picos y palas, pongámonos el mono de trabajo, cavemos una y otra vez, destripando la tierra donde dicen que arrojaron el cadáver de Maximilien. Quizás encontremos su cabeza, la cabeza del sabio, del orador, del guerrero de la Revolución. Si tenemos la suerte de lograrlo, no permitamos que nadie le eleve a la categoría de dios, le ponga velas y le rece avemarías, porque entonces seríamos traidores, traidores a Robespierre y traidores a la causa de la humanidad."La verdad es mi único refugio frente al crimen; no quiero ni elogios ni partidarios: mi defensa está en mi conciencia". Así sea, compañero. * La totalidad de las citas de Maximilien Robespierre, mencionadas en este artículo, provienen de la recopilación de discursos del revolucionario jacobino, "Por la felicidad y por la libertad", publicada en El Viejo Topo, en 2005.

EL MIEDO A LA LIBERTAD. (CARTA MAIOR)

Carta Maior

Cada vez que alguien de izquierda cree confirmar que su previsión de que un proyecto de izquierda iba a salir mal y acierta, su reacción acostumbra a ser de alegría y auto congratulación. “¿No les dije?” Es la exclamación de costumbre y sale satisfecho, dispuesto a seguir ejerciendo sus predicciones agoreras.

Extraña reacción. Si la persona fuese de izquierda, debería alentar para que un proyecto de izquierda resultara. “Ah, dirá el sujeto, “sucede que eso ya no es de izquierda” Convencido de que la izquierda es aquella que él eligió, la que leyó en los libros, la que su lectura de los clásicos y de los procesos revolucionarios -casi todos malogrados, además- le proporcionó.

Por lo menos debería sentirse derrotado, no solo porque el proyecto que catalizó el apoyo de tanta gente, que ocupó el lugar de la izquierda, fracasó – en su imperturbable visión – sino porque su correctísima concepción no logró, una vez más, imponerse.

Debería sentir que su capacidad de convencimiento de los que deberían estar locos para recibir la concepción iluminada, no consiguió conquistar a ninguno o casi ninguno (apenas a unos pocos iluminados) . O, quien sabe, sus ideas no son tan correctas. Pero esta hipótesis ni se le pasa por la cabeza, que se joda la realidad y que vivan sus ideas.

Hay un tipo de izquierda que se llena la boca de placer a cada tropiezo de la izquierda, a cada “traición” que él oportunamente avisó que iba a suceder. Basta que alguien gane, que un partido triunfe, para que las inevitables tentaciones de la corrupción, de la burocratización, del aburguesamiento, de la “traición” de clase triunfen infaliblemente.

Es una cuestión de tiempo –de años, de meses, de horas, de minutos-. Traicionaron Mao, Fidel, Hugo Chávez, Evo Morales, Rafael Correa – ni hablar de Lula, Kirchner, de Tabaré. Fernando Lugo acaba de iniciar la cuenta regresiva para el cadalso de la traición que le aguarda, fresquita allí en la primera esquina.

Lo que solo prueba que quien previó derrotas tras derrotas para la izquierda, siempre parece tener razón. No siguieron la teoría doctrinaria, la de mayor radicalización, la lectura estricta del manifiesto Comunista y de El Capital, la aplicación rigurosa de la lucha de clase contra clase, la intransigencia, el rechazo a cualquier tipo de alianza – puerta abierta para la capitulación – y las cosas salieron mal.Pues solo bastaba seguirla…además, que proceso realmente, con esa orientación dió resultado? Ni la Revolución Rusa – Lenin ya había capitulado con la NEP, recuerdan? – se escapa.

Es toda una generación que entonces debería sentirse derrotada, porque ninguno de los proyectos revolucionarios resultó, ninguno siguió sus sabias enseñanzas. Pero la derrota – así como el infierno de Sartre- es la derrota de los otros. Y como decía Marx de la pequeña burguesía, ella sale de lo que debería haber sentido como una derrota, impávida, al final es el pueblo que todavía no tiene madurez ideológica suficiente para entender suspropuestas.

Son otras tantas manifestaciones de lo que Sartre había llamado “miedo a la revolución”, a sus formas heterodoxas, cuestionadoras de las teorías establecidas, “contra El Capital”, como dijo Gramsci de la Revolución Rusa. O miedo de los procesos concretos - ya que la verdad siempre es concreta - de tener que descifrarlos en su complejidad, en sus contradicciones y en sus novedades. Es más fácil relegarlos todos a la “noche de los gatos pardos” de los procesos fracasados, porque no corresponden a la teoría o visión dogmática de la teoría, aquella que nunca comprendió que lo que hay de ortodoxo en la dialéctica (según Lukacs) es el método. De lo que se trata es de ejercer creativamente el análisis de la realidad, y no de reducir la realidad a supuestos principios, teorías petrificadas, dogmas que solo toman en cuenta las concepciones petrificadas de los que las asumen.

martes, 10 de agosto de 2010

Esperando al Zurdo


Lectura dramatúrgica Esperando Al Zurdo de Clifford Odets.






domingo, 20 de junio de 2010

LISTADO DE TEXTOS SUGERIDOS CATEDRA ABIERTA FELIX DE BEDOUT GAVIRIA

CATEDRA ABIERTA FELIX DE BEDOUT GAVIRIA

1. REVOLUCIONES Y REBELIONES DE LA ÉPOCA MODERNA. J. H. Elliot, Roland Mougnier, (Alianza Ed.)
2. LAS REVOLUCIONES BURGUESAS.PROBLEMAS TEÓRICOS. Gerhard Brendler, Manfred Kossok (Crítica)
3. LA ÉPOCA DEL ABSOLUTISMO. Heinz Duchhardt.
4. ERASMO, LA CONTRAREFORMA Y EL ESPÍRITU MODERNO. Lucien Fevbre.
5. LA EDAD DE LA RAZÓN. Will y Ariel Durant.
6. EUROPA CRISIS. Geoffrey y Parker.
7. REVOLUCIONES Y LUCHAS NACIONALES. (Historia Universal Daimon tomo 10). Carl Grimberg.
8. DICCIONARIO HISTÓRICO DE LA ILUSTRACIÓN. Vicenzo Ferrone y Daniel Roche.
9. LA EDAD DE LUIS XIV. Will y Ariel Durant.
10. LA EDAD DE VOLTAIRE. Will y Ariel Durant.
11. HISTORIA DE EUROPA. LA EUROPA DEL ANTIGUO RÉGIMEN. 1715-1783. D. Ogg.
12. LA EUROPA FRANCESA EN EL SIGLO DE LAS LUCES. Louis Reau.
13. ESPEJOS DE LA REVOLUCIÓN. Franceco Benigno.
14. EUROPA Y AMÉRICA EN LA ÉPOCA NAPOLEÓNICA. Jacques Godechot
15. LA EUROPA REVOLUCIONARIA 1783-1885. George Rudé.
16. EUROPA RESTAURACIÓN Y REVOLUCIÓN 1815-1848. Jacques Droz.
17. 1848 LAS REVOLUCIONES ROMANTICAS Y DEMOCRATICAS DE EUROPA. Jean Sigmann.
18. HISTORIAS INTIMAS DE VERSALLES. G. Lenotre.
19. LOS ORÍGENES DE LA FRANCIA CONTEMPORÁNEA. Hipolito Taine.
20. MEMORIAS. Duque de Saint Simon.
21. DISCURSO PRELIMINAR DE LA ENCICLOPEDIA. Jean le Rond D` Alambert.
22. ANTROPOLOGÍA E HISTORIA EN EL SIGLO DE LAS LUCES. Michelle Duchet.
23. LA REVOLUCIÓN FRANCESA. Hilarie Belloc.
24. ESTUDIOS SOBRE LA REVOLUCIÓN FRANCESA Y EL ANTIGUO RÉGIMEN. D. Rich et. G. Chassinand – Nogaret.
25. LOS ORIGENES DE LA REVOLUCION FRANCESA. La toma de la Bastilla. Jacsque Godechot.
26. HISTORIA SOCIAL DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA. Norman Hammpson.
27. CAUSAS DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA. Jean Jaures.
28. HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA. Alfonso de Lamartine.
29. HISTORIA DE LOS GIRONDINOS. Alfonso de Lamartine.
30. MITOS DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA. Alice Gerard.
31. LA REVOLUCIÓN FRANCESA Y LA PSICOLOGÍA DE LAS REVOLUCIONES. Gustav Lebón.
32. LA REVOLUCIÓN FRANCESA Y LOS CAMPESINOS. George Lefevbre.
33. LA REVOLUCIÓN FRANCESA Y EL IMPERIO. George Lefevbre.
34. 1789 LA REVOLUCIÓN FRANCESA. George Lefevbre.
35. LOS HOMBRES DE LA REVOLUCION FRANCESA. Louis Madeline.
36. CONSIDERACIONES SOBRE FRANCIA. Joseph de Maistre.
37. LA REVOLUCIÓN FRANCESA. Albert Mattiez.
38. MEMORIAS DE FOUCHE.
39. HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA. Julio Michelet.
40. LA REVOLUCIÓN FRANCESA. George Rudé.
41. EL ESPIRÍTU DE LA REVOLUCIÓN. Saint Just.
42. ¿QUÉ ES EL TERCER ESTADO? Sieyés.
43. LA REVOLUCION FRANCESA. Albert Soboul.
44. COMPENDIO DE LA HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA. Albert Soboul.
45. LA CRISIS DEL ANTIGUO RÉGIMEN. Albert Soboul.
46. LAS CLASES SOCIALES DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA. Albert Soboul.
47. PROBLEMAS CAMPESINOS DE LA REVOLUCIÓN. Albert Soboul.
48. LOS SANS- CULOTES. Albert Soboul.
49. TALLEYRAND. Jean Orieux.
50. LA REVOLUCIÓN FRANCESA DEL IMPERIO. Alfredo Traversoni.
51. LA CAÍDA DE LA MONARQUÍA. Michel Vovelle.
52. INTRODUCCIÓN A LA HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA. Michel Vovelle.
53. VOCABULARIO BÁSICO DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA. Michel Peronnet.
54. LA REPÚBLICA BURGUESA. Dennis Woronoff.
55. LA LUCHA DE CLASES EN EL APOGEO DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA. Daniel Guerin.
56. LA FRANCIA BURGUESA. Charles Moraze.
57. LA COMUNA. Albert Ollivier.
58. LA COMUNA Y EL PROLETARIADO. J. Castellote.
59. ESPAÑA Y LA REVOLUCIÓN FRANCESA. Jean Rene Aymes.
60. LA QUIEBRA DE LA MONARQUÍA ABSOLUTA. Joseph Fontana.

Publicado por ORIGENES INTELECTUALES DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA

viernes, 11 de junio de 2010

AGENDA CULTURAL UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA.

lunes, 7 de junio de 2010

ARTÍCULO SOBRE LA CEGUERA.

(A propósito de las elecciones presidenciales del 30 de mayo en Colombia)

Por: Sergio Andrés Giraldo Galeano.

A mi amigo César Cano Muñoz, porque sé que a pesar de todo continúa creyendo en la Utopía.


Podría decirse que la distopía es una utopía desesperanzadora o una utopía siniestra. Si la Utopía nos invita a caminar –según la bellísima imagen de Eduardo Galeano-, la distopía nos obliga a paralizarnos. Si la Utopía es pulsión creadora, la distopía es atonía inmovilista. Si la Utopía es la expresión más depurada de nuestra capacidad imaginativa, la distopía es la máxima expresión del pesimismo. Si la Utopía es Igualdad, la distopía es sometimiento. Si la Utopía es Libertad, la distopía es esclavitud.

Sin embargo, la Utopía y la distopía se ven envueltas en una situación doblemente dialéctica: primero, comparten un mismo origen pues ambas parten de una crítica al presente para plantear una visión del futuro; y, segundo, la Utopía puede contener elementos distópicos, así como la distopía puede albergar situaciones utópicas. Esto dependerá de los sueños, proyectos o intereses que cada ser humano tenga, ya que “mis Utopías se pueden convertir en las pesadillas de los otros”.

La literatura utópica se funda en la Idea de Progreso y defiende la creencia en que, algún día, será posible alcanzar un máximo de bienestar para todos y para todas. La literatura distópica, por el contrario, tiene la visión de un futuro en el que no habrá lugar para principios esperanzadores y en donde las situaciones más trágicas siempre tenderán a empeorar.

Hace algunos años, cuando era estudiante de segundo semestre de Derecho, el Maestro Félix de Bedout Gaviria me recomendó la lectura de una novela bastante ignota que, junto a “Un Mundo Feliz” (1932) de Aldous Huxley y a “1984” (1948) de George Orwell, conforma la trilogía de las mejores distopías literarias del siglo XX. Se trata de “Nosotros” escrita en 1920 por el ruso Yevgeni Zamiatin.

“Nosotros” es una obra distópica verdaderamente desgarradora. El protagonista, D-503, quien es simplemente un número, relata la historia mientras escribe en su diario. Él hace parte de un reducido grupo rebelde que se enfrenta a un gobierno inconmensurablemente autoritario y que le confía la misión de destruir una mega-construcción que cruza la Tierra de Este a Oeste y que se conoce como el “Muro Verde”. Curioso es anotar que este cuadro es una prefiguración asombrosa del Muro construido en Berlín en la noche del 12 al 13 de agosto de 1961, y que no sólo dividió a la Alemania de la posguerra, sino al mundo entero.

En la novela existe una institución que gobierna todas la zonas del planeta, y que Zamiatin denomina el Estado Único (recordemos que Huxley utiliza el término Estado Mundial y Orwell hace referencia a El Gran Hermano). El Estado Único controla la vida pública y privada de los ciudadanos destruyendo su intimidad por medio de mecanismos inverosímiles de vigilancia y control como, por ejemplo, la construcción de edificios de cristal que le permiten observar lo que hacen las personas en sus casas. El Estado Único persigue y reprime a los disidentes en tanto promueve en sus gobernados una homogenización del pensamiento y del comportamiento, anulando, de esta manera, su individualidad y su personalidad. El Yo se subsume en la colectividad, de ahí el título de la obra: Nosotros.

La naturaleza distópica de esta novela radica, precisamente, en que los pocos personajes que están inconformes con el régimen y que se atreven a luchar para transformar las condiciones de opresión en las que viven, nunca podrán hacer realidad sus ideales de Libertad y de Justicia. En este orden de ideas, “Nosotros” va en contravía de la Utopía porque en el mundo visionado por Zamiatin no existe otra alternativa que vincularse a la masa para obedecer al Estado Único, y sólo se garantiza la materialización efectiva de un derecho: el derecho a ser castigado.

No me atrevo a afirmar con la misma vehemencia de algunos amigos míos que en Colombia existe un Estado Fascista parecido al descrito por Zamiatin; pero convengo con ellos en que actualmente padecemos los despropósitos de un gobierno de derecha que intenta implantar un modelo de Estado que puede estar encaminado en esa dirección. Lo peor de todo es presenciar cómo el pueblo colombiano –consciente o inconscientemente- legitima y convalida ese proceso de fascistización.

Creo que en nuestra sociedad se han enquistado unos imperativos de inmoralidad que dirigen, tanto las actuaciones del Estado, como las del mismo Pueblo. Convertirse en mafioso o en contrabandista, en paramilitar o en narcotraficante, es la mejor manera de obtener respeto y reconocimiento. Para la mayoría de mis compatriotas el ejemplo lo da el traqueto. La sabiduría popular prescribe que “hay que comportarse como el traqueto, si esto no es posible, hay que volverse amigo del traqueto y, si esto tampoco se puede, entonces mínimamente hay que admirar y apoyar al traqueto”.

No hablemos de fascismo pues esta es una categoría política bastante controversial. Digamos más bien que en Colombia se está imponiendo -tal y como lo ha catalogado Gustavo Petro- una “cultura traqueta”. Por eso más que de fascistización, es válido hablar de un proceso paulatino de traquetización del pueblo colombiano. Proceso este que viene avanzando desde la década de los 80 del siglo XX, pero que ha adquirido una aceleración vertiginosa (y vergonzosa) durante los ocho años del gobierno de Álvaro Uribe Vélez.

Las elecciones a la presidencia de la República de Colombia realizadas el pasado 30 de mayo de 2010, son la demostración incontrovertible de la anuencia y de la complacencia que mis coterráneos encuentran con un gobierno traqueto. Mi amigo César Cano Muñoz me escribió hace poco un correo preñado de frustración, en el que reflexiona sobre la victoria obtenida por Juan Manuel Santos en la primera vuelta:

“Una cosa es que la gente sea ignorante y otra muy distinta es que se empecine con el olvido. Desplazados, desempleados, venteros de la calle, en definitiva, los que han sido víctimas de los santos ubérrimos, son ahora los que eligen de nuevo el garrote. Y es que la pobreza puede curarse pero no la estupidez. Si bien hubo presiones de todo tipo, campaña sucia, chantajes, clientelismo, y todo lo que se alcance a imaginar, estoy convencido de que un gran volumen de esos casi siete millones de votos, fueron dados por personas a las que, si bien no se les puede exigir conciencia política, tampoco se les puede justificar su empecinamiento con el olvido. No me extrañaría ver, el 7 de agosto de 2018, a José Obdulio Gaviria recibiendo la faja presidencial”.

Este mensaje, que destila a borbotones frustración y desengaño, se erige como un “de profundis”; como el lamento salido de las profundidades de un espíritu humanista que, desafortunadamente, será desoído. Más aún, en Colombia todo aquel que se atreve a romper filas frente a la homogenización mental que se nos impone, y a elevar su voz disidente en contra del régimen corrupto de la Casa de Nariño, es considerado un terrorista, un perverso, un anormal ó un enfermo. Zamiatín nos brinda esta imagen atroz de D-503, personaje principal de “Nosotros”, quien intenta apartarse del Estado Único:

“Seguíamos marchando al mismo compás de los demás, y sin embargo, yo estaba separado de ellos. Este incidente me había sobresaltado tanto, que seguía temblando con todo mi cuerpo. De pronto me sentí a mí mismo y a mi propio yo. Todos aquellos que se dan cuenta de sí mismos, son conscientes de su individualidad, pero solamente el ojo inflamado, el dedo lastimado, el diente enfermo se evidencian; pues el ojo sano, el dedo indemne, y el diente intacto no parecen existir. De modo que sin duda alguna y con absoluta certeza uno está enfermo cuando siente su propia personalidad”

¡Qué cuadro tan brutal! Que terrible es pensar que quienes no estamos de acuerdo con las artimañas con las que se viene gobernando a Colombia desde el año 2002 padecemos una patología que nos inclina al mal, porque los buenos –que son la mayoría- apoyan al régimen uribista, lo que es prueba suficiente de que gozan de buena salud.

No quiero decir con esto que quienes no nos sentimos recogidos en el proyecto de traquetización uribista seamos los verdaderamente sanos y que los realmente contaminados sean los otros, es decir, aquellos que están felices con el gobierno de Álvaro Uribe Vélez. Para mí el pueblo colombiano -uribista o antiuribista- sufre, en menor o en mayor medida, un padecimiento degenerativo, cuya cura aún no hemos podido descubrir. Carlos Marx, lo denominó “Alienación”, Erich Fromm lo llamó “Miedo a la Libertad”. Pero es José Saramago quien lo diagnostica con mayor exactitud: ¡NUESTRO MAL SE LLAMA CEGUERA! Los colombianos estamos ciegos.

“Por qué nos hemos quedado ciegos, No lo sé, quizá un día lleguemos a saber la razón, Quieres que te diga lo que estoy pensando, Dime, Creo que no nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos, Ciegos que ven, Ciegos que, viendo, no ven”. (José Saramago, “Ensayo sobre la Ceguera”)

En esta novela, el Premio Nóbel portugués nos habla de un extraño tipo de ceguera que comienza a infestar a los seres humanos y que se propaga rápidamente por todos los rincones del planeta. Lo extraño de esta ceguera es que no sume a la víctima en la oscuridad, sino en una luminosidad blanca y opaca. Se deduce de allí que Saramago está hablando, no de una ceguera física, sino de una ceguera mental. Yo me atrevería a considerarla una ceguera voluntaria y me apoyo en esta metáfora para darle apellido a este artículo y para llamar la atención sobre la pérdida de visión del pueblo colombiano:

Están ciegos quienes, a pesar del genocidio velado tras el rótulo eufemístico de “falsos positivos”, votaron por el Ex – Ministro de Defensa Juan Manuel Santos Calderón quien es el responsable directo de estas masacres.

Están ciegos quienes continúan dando su aval a Álvaro Uribe Vélez a pesar de la yidispolítica, de la parapolítica, del enriquecimiento obtenido por sus hijos gracias a la Zona Franca creada en el Municipio de Mosquera (Cundinamarca) para su único beneficio y de la empresa criminal organizada tras el Departamento Administrativo de Seguridad (D.A.S), y cuyas acciones menos graves, cuales son “chuzar” o espiar a Magistrados, periodistas y miembros de la oposición, terminaron por ocultar infames actos de terrorismo, como ejecutar atentados contra dirigentes políticos y colocar bombas en lugares públicos para endilgárselas a la guerrilla.

Están ciegos los trabajadores de Colombia porque ya olvidaron que Álvaro Uribe Vélez lleva dos décadas atentando contra los derechos laborales maquinando normas como la ley 50 de 1990, la ley 100 de 1993 y ley 789 de 2002.

Están ciegos los cristianos de todas las vertientes que siguen confiando en unos sacerdotes y pastores que predican el amor infinito de un dios benevolente en tanto asisten a los juramentos de bandera y a las paradas militares para bendecir a uno de los ejércitos que más atenta contra los Derechos Humanos en el mundo. Esos mismos pastores y sacerdotes que en 500 años no han podido superar sus diferencias en cuanto a la “santidad o no de la virgen María”, pero que lograron encontrar inspiración divina para unirse y consagrar en corro la candidatura de Juan Manuel Santos Calderón.

Están ciegos los negros y los indígenas porque continúan nombrando como sus representantes a los mismos socarrones que históricamente los han traicionado y que acaban de unirse a la campaña de Juan Manuel Santos Calderón.

Están ciegos los que todavía no han descubierto ni sombra de corrupción en Andrés Felipe Arias y siguen creyendo que es casi un ángel y que no hace milagros por perezoso.

Están ciegos quienes afirman que el PIN (partido político conformado por familiares de mafiosos, narcos y paramilitares) no puso su fuerza electoral equivalente a casi un millón de votos al servicio de Juan Manuel Santos y que no hará parte de la coalición de gobierno en el Congreso de la República.

Están ciegos quienes siguen viendo ideas progresistas y socialdemócratas en el Partido Liberal. Están ciegos quienes creen que Nohemí Sanín había marcado distancia con Juan Manuel Santos y que el Partido Conservador no se adheriría al Partido de la U en la segunda vuelta. Están ciegos los que, alelados por un discurso grandilocuente, creyeron que Germán Vargas Lleras brindaba la posibilidad de un cambio y que encarnaba la renovación de la política colombiana. ¡Ciegos estamos! Todavía no hemos podido ver que tanto Cambio Radical, como el Partido Liberal y el Partido Conservador subsisten gracias a las cuotas burocráticas y al dinero que diariamente le liban al erario público y que desde hace 8 años administra el uribismo.

Están ciegos quienes persisten en hacernos creer que Antanas Mockus resolvió, gracias al “neoinstitucionalismo”, las contradicciones que existen entre democracia y neoliberalismo, entre protección de los intereses nacionales y respaldo al TLC, entre fortalecimiento de la soberanía y complacencia con la presencia de tropas extranjeras en nuestro territorio. Lo digo nuevamente, el programa de Mockus, así como su discurso, por paradojal que parezca tratándose de un científico, están por fuera de toda lógica y se cubren con “el traje nuevo del emperador”.

Están ciegos los dirigentes del Polo Democrático Alternativo que consideran una victoria el haber obtenido menos de la mitad de los votos que nos respaldaron hace cuatro años. Ciegos están Gustavo Petro y Carlos Gaviria porque fueron incapaces de superar oportunamente sus diferencias políticas (y personales) en aras de preservar la unidad del POLO. Están ciegos los miembros del POLO que no atienden los serios cuestionamientos hechos a la administración de Samuel Moreno y que van a generar que el uribismo recupere la Alcaldía de Bogotá. Estamos ciegos al creer que estos errores no cercenarán la posibilidad de que la Izquierda Democrática algún día pueda gobernar en Colombia.

El pueblo de Colombia está ciego, no así los magnates, mafiosos y mercaderes de la fe que lo gobiernan. ¡Ellos si ven! ¡Ellos si tienen suficiente claridad en sus objetivos! Ellos no parpadean ni un segundo porque saben que ese sólo descuido le puede significar la pérdida de su Poder.

No creo que Yevgeni Zamiatín haya influido de manera considerable la obra literaria de José Saramago. Pero estoy seguro que es esa incapacidad para ver, expuesta en el “Ensayo sobre la Ceguera”, y de la que sufren algunos pueblos, la que genera los excesos y arbitrariedades de los estados totalitarios radiografiados en “Nosotros”. La ceguera conduce al autoritarismo y a la victoria de la distopía. La lucidez fortalece la democracia y permite seguir avanzando en la construcción de mundos perfectibles. La lucidez –por decirlo de alguna manera- engendra la Utopía.

A pesar de que se perfilan en el horizonte otros cuatro años de iniquidades por parte del gobierno colombiano, que estará garantizando, además, la continuidad de sus políticas retardatarias y genocidas a favor de los ricos; a pesar de que se dispone con total impunidad ese escenario distópico, yo mantengo viva mi esperanza –mi Utopía- en que el Pueblo colombiano despertará. Soy consciente de lo difícil que es esto, dada la facultad que históricamente hemos tenido para demostrar que nuestra estupidez puede aumentar día tras día. Muchos hombres y mujeres sensibles ante la brutalidad imperante, y cansados de tanto luchar, han optado por buscar la realización de sus utopías en países “un poco menos siniestros”. Colombia todos los días se parece más a una pesadilla, pero como dice Michael Moore en “Capitalismo: una historia de amor”, su más reciente documental: “Me resisto a vivir en un país así. Y no me voy”.

Tal vez en ello radique mi lucidez… o mi ceguera.

Junio 7 de 2010.

martes, 1 de junio de 2010

DESECHANDO LO DESECHABLE

Seguro que el destino se ha confabulado para complicarme la vida.

No consigo acomodar el cuerpo a los nuevos tiempos.

O por decirlo mejor: no consigo acomodar el cuerpo al “use y tire” ni al “compre y compre” ni al “desechable”.

Ya sé, tendría que ir a terapia o pedirle a algún siquiatra que me medicara.

Lo que me pasa es que no consigo andar por el mundo tirando cosas y cambiándolas por el modelo siguiente sólo porque a alguien se le ocurre agregarle una función o achicarlo un poco.

No hace tanto con mi mujer lavábamos los pañales de los gurises.

Los colgábamos en la cuerda junto a los chiripás; los planchábamos, los doblábamos y los preparábamos para que los volvieran a ensuciar.

Y ellos… nuestros nenes… apenas crecieron y tuvieron sus propios hijos se encargaron de tirar todo por la borda (incluyendo los pañales).

¡Se entregaron inescrupulosamente a los desechables!

Sí, ya sé… a nuestra generación siempre le costó tirar.

¡Ni los desechos nos resultaron muy desechables!

Y así anduvimos por las calles uruguayas guardando los mocos en el bolsillo y las grasas en los repasadores. Y nuestras hermanas y novias se las arreglaban como podían con algodones para enfrentar mes a mes su fertilidad.

¡Nooo! Yo no digo que eso era mejor.

Lo que digo es que en algún momento me distraje, me caí del mundo y ahora no sé por dónde se entra.

Lo más probable es que lo de ahora esté bien, eso no lo discuto.

Lo que pasa es que no consigo cambiar el equipo de música una vez por año, el celular cada tres meses o el monitor de la computadora todas las navidades.

¡Guardo los vasos desechables! ¡Lavo los guantes de látex que eran para usar una sola vez! ¡Apilo como un viejo ridículo las bandejitas de espuma plast de los pollos! ¡Los cubiertos de plástico conviven con los de alpaca en el cajón de los cubiertos!

Es que vengo de un tiempo en que las cosas se compraban para toda la vida.

¡Es más! ¡Se compraban para la vida de los que venían después!

La gente heredaba relojes de pared, juegos de copas, fiambreras de tejido y hasta palanganas y escupideras de loza.

Y resulta que en nuestro no tan largo matrimonio, hemos tenido más cocinas que las que había en todo el barrio en mi infancia y hemos cambiado de heladera tres veces.

¡Nos están jodiendo!

¡¡Yo los descubrí… lo hacen adrede!!

Todo se rompe, se gasta, se oxida, se quiebra o se consume al poco tiempo para que tengamos que cambiarlo.

Nada se repara.

¿Dónde están los zapateros arreglando las medias suelas de las Nike?

¿Alguien ha visto a algún colchonero escardando sommier casa por casa?

¿Quién arregla los cuchillos eléctricos? ¿El afilador o el electricista?

¿Habrá teflón para los hojalateros o asientos de aviones para los talabarteros?

Todo se tira, todo se deshecha y mientras tanto producimos más y más basura.

El otro día leí que se produjo más basura en los últimos 40 años que en toda la historia de la humanidad.

El que tenga menos de 40 años no va a creer esto: ¡¡Cuando yo era niño por mi casa no pasaba el basurero!!

¡¡Lo juro!! ¡Y tengo menos de 50 años!

Todos los desechos eran orgánicos e iban a parar al gallinero, a los patos o a los conejos (y no estoy hablando del siglo XVII)

No existía el plástico ni el nylon.

La goma sólo la veíamos en las ruedas de los autos y las que no estaban rodando las quemábamos en San Juan.

Los pocos desechos que no se comían los animales, servían de abono o se quemaban.

De por ahí vengo yo.

Y no es que haya sido mejor.

Es que no es fácil para un pobre tipo al que educaron en el “guarde y guarde que alguna vez puede servir para algo” pasarse al “compre y tire que ya se viene el modelo nuevo”.

Mi cabeza no resiste tanto.

Ahora mis parientes y los hijos de mis amigos no sólo cambian de celular una vez por semana, sino que además cambian el número, la dirección electrónica y hasta la dirección real.

Y a mí me prepararon para vivir con el mismo número, la misma mujer, la misma casa y el mismo nombre (y vaya sí era un nombre como para cambiarlo)

Me educaron para guardar todo.

¡Toooodo!

Lo que servía y lo que no.

Porque algún día las cosas podían volver a servir.

Le dábamos crédito a todo.

Sí… ya sé, tuvimos un gran problema: nunca nos explicaron qué cosas nos podían servir y qué cosas no.

Y en el afán de guardar (porque éramos de hacer caso) guardamos hasta el ombligo de nuestro primer hijo, el diente del segundo, las carpetas de jardinera… y no sé cómo no guardamos la primera caquita.

¡¿Cómo quieren que entienda a esa gente que se desprende de su celular a los pocos meses de comprarlo?!

¿Será que cuando las cosas se consiguen fácilmente no se valoran y se vuelven desechables con la misma facilidad con que se consiguieron?

En casa teníamos un mueble con cuatro cajones.

El primer cajón era para los manteles y los repasadores, el segundo para los cubiertos y el tercero y el cuarto para todo lo que no fuera mantel ni cubierto.

Y guardábamos.

¡¡Cómo guardábamos!!

¡¡Tooooodo lo guardábamos!!

¡Guardábamos las chapitas de los refrescos!

¡¿Cómo para qué?!

Hacíamos limpia calzados para poner delante de la puerta para quitarnos el barro. Dobladas y enganchadas a una piola se convertían en cortinas para los bares.

Al terminar las clases le sacábamos el corcho, las martillábamos y las clavábamos en una tablita para hacer los instrumentos para la fiesta de fin de año de la escuela.

¡Tooodo guardábamos!

Las cosas que usábamos: mantillas de faroles, ruleros, ondulines y agujas de primus.

Y las cosas que nunca usaríamos.

Botones que perdían a sus camisas y carreteles que se quedaban sin hilo se iban amontonando en el tercer y en el cuarto cajón.

Partes de lapiceras que algún día podíamos volver a precisar.

Cañitos de plástico sin la tinta, cañitos de tinta sin el plástico, capuchones sin la lapicera, lapiceras sin el capuchón.

Encendedores sin gas o encendedores que perdían el resorte. Resortes que perdían a su encendedor. Cuando el mundo se exprimía el cerebro para inventar encendedores que se tiraran al terminar su ciclo, los uruguayos inventábamos la recarga de los encendedores descartables.

Y las Gillette -hasta partidas a la mitad- se convertían en sacapuntas por todo el ciclo escolar. Y nuestros cajones guardaban las llavecitas de las latas de paté o del corned beef, por las dudas que alguna lata viniera sin su llave.

¡Y las pilas!

Las pilas de las primeras Spica pasaban del congelador al techo de la casa.

Porque no sabíamos bien si había que darles calor o frío para que vivieran un poco más.

No nos resignábamos a que se terminara su vida útil, no podíamos creer que algo viviera menos que un jazmín.

Las cosas no eran desechables… eran guardables.

¡¡Los diarios!! Servían para todo: para hacer plantillas para las botas de goma, para poner en el piso los días de lluvia y por sobre todas las cosas para envolver. ¡Las veces que nos enterábamos de algún resultado leyendo el diario pegado al cuadril!

Y guardábamos el papel plateado de los chocolates y de los cigarros para hacer guías de pinitos de navidad y las páginas del almanaque del Banco de Seguros para hacer cuadros, y los cuentagotas de los remedios por si algún remedio no traía el cuentagotas y los fósforos usados porque podíamos prender una hornalla de la Volcán desde la otra que estaba prendida y las cajas de zapatos que se convirtieron en los primeros álbumes de fotos.

Y las cajas de cigarros Richmond se volvían cinturones y posamates, y los frasquitos de las inyecciones con tapitas de goma se amontonaban vaya a saber con qué intención, y los mazos de cartas se reutilizaban aunque faltara alguna, con la inscripción a mano en una sota de espada que decía “éste es un 4 de bastos”.

Los cajones guardaban pedazos izquierdos de palillos de ropa y el ganchito de metal.

Al tiempo albergaban sólo pedazos derechos que esperaban a su otra mitad para convertirse otra vez en un palillo.

Yo sé lo que nos pasaba: nos costaba mucho declarar la muerte de nuestros objetos.

Así como hoy las nuevas generaciones deciden “matarlos” apenas aparentan dejar de servir, aquellos tiempos eran de no declarar muerto a nada… ni a Walt Disney.

Y cuando nos vendieron helados en copitas cuya tapa se convertía en base y nos dijeron “Tómese el helado y después tire la copita”, nosotros dijimos que sí, pero… ¡minga que la íbamos a tirar! Las pusimos a vivir en el estante de los vasos y de las copas.

Las latas de arvejas y de duraznos se volvieron macetas y hasta teléfonos.

Las primeras botellas de plástico -las de suero y las de Agua Jane- se transformaron en adornos de dudosa belleza.

Las hueveras se convirtieron en depósitos de acuarelas, las tapas de bollones en ceniceros, las primeras latas de cerveza en portalápices y los corchos esperaron encontrarse con una botella.

Y me muerdo para no hacer un paralelo entre los valores que se desechan y los que preservábamos.

No lo voy a hacer.

Me muero por decir que hoy no sólo los electrodomésticos son desechables; que también el matrimonio y hasta la amistad es descartable.

Pero no cometeré la imprudencia de comparar objetos con personas.

Me muerdo para no hablar de la identidad que se va perdiendo, de la memoria colectiva que se va tirando, del pasado efímero.

No lo voy a hacer.

No voy a mezclar los temas, no voy a decir que a lo perenne lo han vuelto caduco y a lo caduco lo hicieron perenne.

No voy a decir que a los ancianos se les declara la muerte apenas empiezan a fallar en sus funciones, que los cónyuges se cambian por modelos más nuevos, que a las personas que les falta alguna función se les discrimina o que valoran más a los lindos, con brillo y glamour.

Esto sólo es una crónica que habla de pañales y de celulares.

De lo contrario, si mezcláramos las cosas, tendría que plantearme seriamente entregar a la bruja como parte de pago de una señora con menos kilómetros y alguna función nueva.

Pero yo soy lento para transitar este mundo de la reposición y corro el riesgo que la bruja me gane de mano … y sea yo el entregado.

Y yo…no me entrego.

Autor: Marciano Durán

domingo, 30 de mayo de 2010

LA TEOLOGÍA Y EL MÚSCULO CREMASTÉRICO

Por: Julio César Londoño
UNO DE LOS ASUNTOS QUE DESVElan a los evolucionistas es la razón de que órganos tan vitales como los testículos cuelguen de manera tan vulnerable en lugar de estar protegidos dentro del cuerpo.


De las explicaciones propuestas, la más popular es la que esgrime una razón termostática: el escroto (la bolsa de piel que los recubre) tiene un músculo cremastérico cuya función es arrunchar los testículos junto al cuerpo cuando hace frío, o alejarlos cuando hace mucho calor para mantener los espermatozoos a la temperatura adecuada. El músculo cremastérico recubre el escroto y se contrae no sólo cuando hace frío sino también durante la eyaculación y en los momentos de peligro. Por eso la expresión “se me pusieron de corbatín”, usada para ilustrar sustos mayúsculos, es una hipérbole con fundamento científico.
A pesar de su amplia aceptación, la teoría termostática no explica por qué muchas especies de mamíferos, por ejemplo los canguros, han sobrevivido perfectamente, y de manera más segura, con los testículos en el interior del cuerpo.
Algunos fisiólogos opinan que la ubicación de los testículos del hombre les permite desempeñar una estimulante función sicológica: durante el acto sexual, ellos pampean las nalgas de la hembra, como diciéndole, muy bien chica, vas muy bien, sigue así… así… así… Es una especulación atendible, convengamos, pero resulta demasiado tierna para el severo espíritu de la ciencia.
El 83% de los hombres tiene el escroto izquierdo más largo. Esto no obedece a la asimetría general del cuerpo humano (tenemos un pie más largo, diferentes las dos mitades del rostro, etc.) sino a una brillante solución de diseño: si fueran del mismo largo, los ovoides no se acomodarían bien en el reducido espacio de la entrepierna.
De la cifra anotada, se desprende que sólo un 17% de los hombres tienen el escroto derecho más largo, porcentaje que coincide curiosamente con el porcentaje de zurdos. ¿Existe alguna relación de tipo estadístico entre estos dos sucesos? ¿Guarda la naturaleza alguna simetría trocada entre la longitud del escroto y la lateralidad del individuo? Quizá nunca lo sepamos. Los designios de dios son inescrutables —adjetivo que se deriva, curiosa o cabalísticamente, del vocablo escroto.
La palabra testículo viene del latín testis, testigo, porque en el Alto Medioevo los préstamos se sellaban mediante un ritual parasimpático: mientras el deudor juraba que redimiría la deuda en la fecha y con los intereses pactados, el prestamista le cogía firmemente los testículos. Pero como la cosa se prestaba para abusos y sonrisitas, al cabo de pocos siglos se decidió que el deudor se cogiera sus propios testículos con la mano derecha cuando jurara ante un tribunal. Era como decir, pongo lo que más quiero por testigos. Tal vez de aquí vengan la costumbre jurídica de que haya dos testigos en los contratos, y la sentencia latina, Testis unus, testis nullus: un solo testigo es testigo nulo.
Según un oscuro rumor, existe en el Vaticano una silla diseñada especialmente para evitar que una mujer se les cuele y sea investida Papa, como ya sucedió una vez, con la Papisa Juana. La silla tiene un orificio circular en el centro. Allí debe sentarse, en un cubículo especial, momentos después de la elección y antes del “humo blanco”, el futuro sucesor de Pedro. El Camarlengo pasa entonces con discreción la mano por debajo de la silla, palpa y sopesa circunspecto y finalmente grita: “Testículos habet et bene pendentes” (tiene testículos y cuelgan espléndidamente) y el cónclave responde “ gratias” (¡Uf, gracias a Dios!).
La Iglesia sostiene que la leyenda es falsa, que la Papisa Juana nunca existió y menos la silla. Yo tiendo creer que todo lo que se dice del clero es cierto… ¡y es poco!

jueves, 20 de mayo de 2010

ENSAYO BAYER

La única salida es la violencia x Osvaldo Bayer

Günther Anders, "el filósofo de la barbarie"
El fin del pacifismo

¿Violencia, sí o no? (Una discusión necesaria) se titula un pequeño compendio del filosofo alemán Günther Anders que ha convocado a una polémica filosofico-cultural inesperada en una intelectualidad centro-europea resignada que recuerda el 68 como algo que no podrá volver, que no quiere mirar hacia atrás a la violencia desesperada de los años 70 de la Baader-Meinhof, que se ha cansado de hacer toda clase de acciones pacifistas contra el Estado Atómico y contra la sociedad antiecológica del consumo y el despilfarro. ¿Y por qué esa polémica ahora? Porque Günther Anders, el pensador pacifista por excelencia, el moralista, ha escrito a los 85 años, con sus dedos que apenas puede mover por la artritis: "La única salida es la violencia".

Nacido en 1902, fue soldado en la Primera Guerra Mundial a los 16 años; alumno de Husserl y Heidegger, ya en 1928 es uno de los más audaces denunciadores del hitlerismo como producto del capitalismo alemán, y en 1933 debe marchar al exilio con su mujer, la filósofa Hannah Arendt (la autora de La banalidad del mal, Poder y violencia, Eichman en Jerusalén). En Estados Unidos trabajará como obrero en fábricas y allí experimentará el significado de la dependencia del hombre a la técnica. En 1950 regresa a Alemania donde seis años después publicará su obra fundamental: Lo anticuado del ser humano. Visita Auschwitz y dirá: "Si se me pregunta en qué día me avergoncé absolutamente, responderé: en esta tarde de verano cuando en Auschwitz estuve ante los montones de anteojos, de zapatos, de dentaduras postizas, de manojos de cabellos humanos, de maletas sin dueño. Porque allí tendrían que haber estado también mis anteojos, mis dientes, mis zapatos, mi maleta. Y me sentí -ya que no había sido un preso en Auschwitz porque me había salvado por casualidad- sí, me sentí un desertor".

En el idioma alemán hay una palabra común para poder y violencia: Gewalt. Y Günther Anders estudia sin pausa cómo la técnica va ganando cada vez más poder (violencia) sobre el ser humano. Después de Auschwitz, Anders visitará Hiroshima. Para él, después de Auschwitz, el paso esperado de la ecuación poder-violencia. Escribe al piloto del avión que arrojó la bomba atómica, Claude Eatherly, internado en un hospital de veteranos, un paria pero también una víctima. La correspondencia entre el filósofo alemán, el pacifista, y el aviador norteamericano fue publicada. Un documento del miedo, de la irracionalidad, de la desesperación. A raíz de ese breve tomo, Günther Anders es calificado de "persona no grata" en los Estados Unidos. Se lo califica de "comunista".

El poder-violencia de Auschwitz y Hiroshima no se detendrá allí para el filósofo Anders. La tercera etapa estará dada por el sistema de la sociedad de consumo que no sólo envenena el medio ambiente, los ríos, el mar, los bosques sino que divide al mundo en países en la opulencia y países en la miseria. Una sociedad de consumo que aplica la energía atómica para más autos, más armas, más cemento, más turismo, más idiotización con productos superfluos, pero al mismo tiempo más poder, mientras más violencia, más hambre, más subdesarrollo, más dependencia en los países no industriales. Y el mundo del "socialismo real" ante el temor de quedarse en definitivo atraso tecnológico - y además por su idolatría por la técnica- entregó también su alma al diablo del Estado atómico. Para Anders, las estaciones hacia el fin de la humanidad comenzadas con Auschwitz (la destrucción sistemática y anónima del ser humano), con Hiroshima (cuando el ser humano se apercibió de que sólo bastaba apretar un botón) se completa con Chernobyl (nombre representativo para Harrisburg, y todas las demás catástrofes ecológicas habidas en la última década) donde el hombre pierde el dominio sobre el poder-violencia y se auto-mata en un holocausto de irracionalidad, obstinada estupidez y avaricia.

Manfred Bissinger, biógrafo e interprete de Günther Anders señala: "Los temas de Anders giran constantemente en torno al problema de cómo la técnica gana cada vez más poder-violencia sobre el ser humano. Nos lo explica en sus tres tesis fundamentales, que son: que el hombre no está a la altura de la perfección de sus productos; que produce más de lo que puede imaginarse y responsabilizarse, y que cree que todo lo que es capaz de producir puede hacerlo y no sólo eso, debe hacerlo".

En los años sesenta y setenta Günther Anders junto con Heinrich Böll, el obispo Scharf, el teólogo Gollwitzer, el filósofo Ernst Bloch y otros encabezaron el gran movimiento pacifista alemán contra el estacionamiento de los cohetes atómicos norteamericanos en territorio germano. Ellos estuvieron también en las grandes acciones pacíficas contra las centrales atómicas. Veinte años de labor no sólo teórica sino acompañando esa teoría con la acción pacífica. En 1983 Günther Anders recibió el premio Theodor Adorno, el más alto galardón de la filosofía alemana. Fue en Francfort, en la iglesia de San Pablo, símbolo de la Revolución de 1848. Le tocó en suerte al burgomaestre de esa ciudad, un demócrata cristiano, Walter Wallmann, precisamente enemigo a muerte de las ideas del filósofo, entregarle ese premio. El político dijo: "Honramos aquí al filosofo Günther Anders porque él nos contradice, nos advierte constantemente, nos sacude". Anders le respondió: "Soy sólo un conservador ontológico, en principio, que trata de que el mundo se conserve para poder modificarlo".

Hoy, a los 85 años escribe un nuevo libro, sobre el tema de siempre: el monopolio del poder (violencia), la no-violencia (no-poder) y las formas de combatir la violencia (poder).Su libro lleva el título exacto, igual que su estilo despojado de todo ritual o adorno: Estado de sitio o legítima defensa. En ese título está todo el gran debate: poder del Estado contra el derecho natural del individuo a defenderse. Violencia del Estado contra violencia individual. "Estado de emergencia en defensa de las instituciones" y frente a eso: "derecho del individuo a revelarse". Democracia de mayorías y democracia de base.

Ante una pregunta, Anders solicita ser sólo "un filósofo de la barbarie". La barbarie del mundo actual: Auschwitz, Hiroshima, Chernobyl. Su frase: Hiroshima está en todos lados", de los años cincuenta se ha convertido en "Chernobyl está en todos lados". ¿Cómo impedir la muerte del planeta? Para él -que ensayó todas las armas de la resistencia no violenta- queda una sola arma: la violencia. Anders reniega de su maestro Ernst Bloch y de su Principito Esperanza. No queda tiempo para la esperanza. Esperanza es un pretexto para la no acción, es una forma de cobardía.

Es incomprensible -para él- la incomprensión de los políticos. "La incomprensión misma de los hombres inteligentes y esclarecidos. El mundo no está amenazado por seres que quieren matar sino por aquellos que a pesar de conocer los riesgos sólo piensan técnica, económica y comercialmente. Ante eso, todas las legislaciones del mundo -hasta el derecho canónico- no sólo permiten el empleo de la violencia en defensa propia sino que hasta lo recomiendan. Hemos visto que con entregar rosas y nomeolvides a las policías -que no podían recibirlas porque tenían el garrote en la mano- ni con listas de firmas ni solicitadas, ni con interminables marchas, ni con canciones, ni con teatros, no alcanzamos nada. No sólo es anodino sino hasta estúpido, por ejemplo, hacer huelgas de hambre para lograr la paz atómica. Con las huelgas de hambre se logra precisamente sólo eso: tener hambre. A Reagan y a su "lobby" atómico no le interesa si nosotros comemos un sándwich de jamón más o menos. No son acciones serias, sólo son "happenings". No son acciones, son apariencias. Una cosa es aparentar y otra es ser. Los que hicimos esas acciones creímos haber traspasado la frontera de la mera teoría, pero éramos sólo actores, en el sentido teatral. Hacíamos teatro por miedo a actuar verdaderamente. Teatro y no-violencia son parientes muy cercanos".

Palabras muy duras. ¿Desesperación u honestidad consigo mismo? Al hacer esas declaraciones el filósofo alemán sabía el riesgo. No sólo legal -por incitación a la violencia- sino social e intelectual, por las autodefensas del orden constituido. Pero Anders profundiza el tema en su estilo directo, de diálogo socrático: "La violencia no sólo está permitida sino también legitimada moralmente en tanto es usada por el poder reconocido. El poder se basa permanentemente en la posibilidad del ejercicio de la violencia. Para cada alemán fue sobreentendido marchar a la guerra para coparticipar de la violencia, para ser co-violento. Quien participó de esa violencia no hizo otra cosa que "cumplir con su deber'. Con la orden del poder no sólo está permitido ser violento sino mucho más: hay que ser violento. A nosotros los que actualmente sólo nos proponemos como meta impedir toda violencia se nos reprocha que perseguimos el caos con nuestra desobediencia civil, sí, a nosotros que queremos llegar al estado ideales de la no-violencia, a lo que Kant llamaba 'la paz eterna'. Una cosa debemos tener en claro: nuestra meta jamás tiene que ser la violencia. Pero que la violencia -cuando sólo con su ayuda se puede imponer la no-violencia- llegue a ser nuestro método, eso nadie nos lo puede negar".

Y después agregará las palabras inesperadas, que tanta discusión han originado. Anders dijo: "De todas maneras considero ineludible que nosotros a todos aquellos que tienen el poder y nos (un nos millones de veces) amenazan, los asustemos. No nos queda otro camino que contestar a sus amenazas con amenazas y hacer inefectivos a todos aquellos políticos que con toda irresponsabilidad y por intereses egoístas llevan al mundo a la muerte. Ojalá que la amenaza en sí pueda ya de por sí asustarlos".

Günther Anders no confía más en los medios pacíficos, no cree más en la democracia de partidos: "Después de la gran victoria de los medios masivos de comunicación no existe más la democracia. Lo sustancial de la democracia es poder tener una opinión propia y al mismo tiempo poder expresarla. Por ejemplo yo viví catorce años en Estados Unidos y nunca pude expresar mi opinión. Desde que existen los medios masivos y desde que la población del mundo se halla como exorcizada frente al televisor, se la alimenta, a cucharadas, con opinión. La expresión "tener opinión propia" ya no tiene sentido de realidad. Los alimentados forzosamente no poseen ya ninguna chance de opinión propia. No, ya ni siquiera consumen opiniones ajenas. Se los engorda con sistema. Y los gansos engordados a sistema no 'consumen'. La televisión es un engorde con sistema. Si democracia es aquello en lo cual se puede expresar la propia opinión, entonces la democracia se ha convertido en imposible a través de los medios masivos de comunicación, porque cuando no se tiene algo propio tampoco se lo puede expresar".

"El ser humano -continúa Anders- ya no puede llegar a la mayoría de edad. Más bien es un ser-siervo porque sólo oye y oye lo que le llega por radio y televisión y aquí la relación permanece unilateral porque no puede responder. Esa servidumbre es característica para la falta de libertad que se ha construido a través de su propia técnica y que se revierte sobre él. Con los medios masivos se ha creado la figura del 'eremita masivo'. Porque si bien se halla solo frente a su radio o televisor, recibe el mismo 'pienso' (en doble sentido) que los demás. No percibe que lo que él consume en la soledad es el alimento de millones."

Por último, renegando de su admirado maestro Ernst Bloch, dice Anders: "Esperanza es un sinónimo de cobardía. ¿Qué es en sí esperanza? ¿Es la fe en que todo puede mejorar?¿O es la voluntad de llegar a algo mejor? Aún nadie ha realizado un análisis de la esperanza. Ni Bloch, siquiera. No, a la esperanza hay que impedirla. Todo aquel que espera, deja la obligación en otra instancia. Esperanza es nada más que la renuncia a la propia acción".

En un reportaje posterior, publicado en el diario de los alternativos y verdes antiautoritarios alemanes, Günther Anders responderá aún con más claridad a la pregunta: "¿Es suficiente la protesta no violenta?" Dirá: "No hay un método alternativo, no hay otro que la amenaza -si queremos la sobrevivencia de nuestra generación y queremos asegurar la existencia de las generaciones posteriores- contra todos aquellos que insisten en continuar con hacer peligrar la vida humana con la producción atómica (es lo mismo si con la guerra o con el denominado 'uso pacífico') y siguen rechazando todas las ofertas de detenerla; no hay otra alternativa, decía, que comunicarles a esos hombres con toda claridad que tanto uno como el otro deben considerarse piezas de caza. No hay que vacilar en eliminar a aquellos eres que por escasa fantasía o por estupidez emocional no se detienen ante la mutilación de la vida y la muerte de la humanidad".

¿Sabía el despierto filósofo que con ello, con ese extremo, se podía iniciar una revisión de métodos? ¿Qué el movimiento antiatómico, antiarmamentista, anticonsumista y ecologista comenzaría a buscar otros medios, que debía dejar de tocar la guitarra, de repartir flores y de firmar petitorios?

Y no se equivocaba: empezó la polémica. Empezaron las respuestas. Algunas indignadas, otras comprensivas. Marcadas por la rabia de la impotencia, sorprendidas por el desafío del viejo sabio, o indignadas por su provocación. Pero incapaces de mostrar alternativas que no se hayan probado ya.

(La socialdemocracia alemana había terminado drásticamente con los sueños de los años sesenta: cuando fue gobierno se fabricaron más armas que nunca, se llevó a la perfección su integración al industrialismo consumista. De Brandt a Schmidt, y éste con sus disyuntivas de hierro: energía atómica para quedar en carrera de competencia, o desastre económico por pérdida de mercados; venta de armas o desocupación (venta de submarinos a la dictadura de los generales argentinos o desocupación en los astilleros de Emden). Por supuesto siempre el "mal menor" (en paso irreversible hacia el mal mayor). La elección: energía atómica y venta de armas. ¿Qué había hecho el socialismo francés cuando gobierno?: tanto o más explosiones atómicas en el atolón de Mururoa (eso sí, lejos de París) y más producción de armas que nunca. El socialismo español de Felipe González y su modernidad: prepara todo para lograr la conexión definitiva al mercado común europeo, a la sociedad de consumo; las leyes sociales no deben impedir la capacidad de competencia: España ya disputa mercados de armas. En la oposición fueron la esperanza, las grandes palabras. En el gobierno, los mejores alumnos de conservadores y liberales.)

La reacción del teólogo y socialdemócrata Heinrich Albertz (ex burgomaestre de Berlín que renunció a su cargo cuando su policía mató al estudiante Benno Ohnesorge) contra Günther Anders fue de una ira incontenible: "Quien públicamente incita a la violencia, debe estar preparado para marchar él mismo hacia el fuego. Eso Günther Anders -a quien tomo muy en serio- no lo va a poder hacer. Pero cargará con la responsabilidad de que cada terrorista en el futuro va a justificar su acción en su filosofía".

El escritor Hark Bohnm escribió así a Anders: "El éxito de su llamado a la violencia podría reducirse a esta ecuación: después de Kennedy vino Johnson, después de Johnson vino Nixon".

El politólogo Jürgen Dahl comparte el pesimismo de Anders pero no su desesperado llamado a la violencia. ¿Podemos -se pregunta- esperar algo en un sentido terrenal y sensato? ¿Qué podemos esperar frente a una amenaza atómica producida por reactores y cohetes, una ineludible catástrofe climática, una muerte de las especies de todo el planeta, una onda global de envenenamiento que cada vez sigue proclamando que todo será cada vez mejor si se le permite ser cada vez más omnipotente? La sagrada ira nos acomete cuando vemos qué poco podemos esperar porque la industria y la política y el comercio y el egoísmo se intrincan cada vez más profundamente en dependencias y en la presión de las circunstancias que a su vez van produciendo cada vez más estragos. La gran empresa Mundo, tal cual está organizada actualmente, aguanta y tolera pequeños cambios en los miembros pero ninguna gran modificación en la cabeza. Sí, es cierto, que los equipos de reparación trabajan constantemente, pero refuerzan sólo los mecanismos de protección y no dicen que cada mecanismo de protección sólo anuncia lo que después ocurre. ¿Qué es lo válido entonces: diagramar una nueva forma de organización para la gran empresa Mundo y llevarla a cabo? Pero todo lo que puede obrar en esa dirección nuestra actividad -medido en el todo- tiene apenas un efecto ridículo, tan espectacular como le pueda aparecer a los participantes directos. Tener confianza en la actual adición de pequeñas mejoras es mentirse a sí mismo en tanto prosigue la diaria destrucción". (Los demócratas cristianos y liberales siguen marchando optimistas con sus Mercedes o sus BMW por entre bosques secos y montañas de basura siempre creyendo que el remedio de todos los males es la economía de libre mercado; los socialdemócratas creen que la gran solución está en el reciclaje de los residuos; la prédica de los verdes tiene lugar en el desierto si se tiene en cuenta que la jungla de los medios de comunicación los hace aparecer como miembros de una secta fuera de toda realidad.)

"El intento de salvar al mundo por medio del reciclaje de residuos -continúa Dahl- tiene en el mejor de los casos un valor didáctico pero es justo la coartada que necesitan los que producen basura, para seguir produciéndola. Los argumentos más racionales no son escuchados; las proposiciones más convincentes son archivadas, los pedidos más vehementes son rechazados y entonces, cuando por fin se desborda la rabia de la desesperación aparece la policía y ya sólo con su presencia da a conocer que las formas de vida que el 'poder elegido por el pueblo' ha ordenado como correctas al parecer sólo pueden ser defendidas e impuestas no con argumentos sino con ayuda de palos, camiones hidrantes y pistolas lanzagases". (Es el mismo Poder que condena a dos meses de prisión a un joven que tiró una piedra en una manifestación contra Reagan, pero deja libre de toda condena a los ejecutivos de una empresa química que con sus ácidos residuales lanzados al Rhin ocasionó un desastre ecológico con millones de peces muertos y otros daños incalculables para la naturaleza y la población).

Confiesa, por último, Jürgen Dahl que él no puede dar recetas, pero que la violencia que aconseja Anders sólo traería el fortalecimiento de la violencia del Estado. La única resistencia del individuo es seguir denunciando este estado de cosas y tratar de esclarecer y formar una opinión pública; es lo que él llama "su pequeña esperanza". "Pero -finaliza- debo reconocer que hasta yo he perdido ya esa pequeña esperanza. Tal vez alguien la haya encontrado; que la conserve y la comparta con nuevos que lleguen. Y como no sabemos a ciencia cierta lo que va a suceder, a pesar de que ya no tenemos ninguna esperanza, debemos seguir haciendo algo. Por respeto a nosotros mismos".

El físico atómico profesor Robert Jung -uno de los más decididos combatientes contra el "Estado atómico"- da la razón a Anders e interpreta su paso a la violencia como la necesidad de una creciente energía en el movimiento pacifista y antiatómico. Propone como primer paso la exigencia de un "desarme interno" de la Alemania Federal. Es decir, que las fuerzas de represión y del "orden" vayan desarmándose poco a poco, al mismo tiempo que se eliminan paso a paso todas aquellas técnicas industriales que amenazan la vida y la libertad. "El movimiento ecologista y de la paz -escribe- no tiene armas actualmente. Pero si la 'otra parte' no atiende sus reclamos sino que al contrario, como al parecer proyecta en el futuro va a actuar con más fuerza represiva, será ella la culpable de un aumento de la violencia que puede llegar hasta la guerra civil."

Contra la "pequeña esperanza" de Jürgen Dahl, los argumentos de Günther Anders son esta ironía histórica: "En 1986, 'Año de la Paz' de las Naciones Unidas, fueron gastados en armamentismo 900 mil millones de dólares. Eso significa que por minuto se gastan 1,7 millones para armas y equipos militares y represivos. En las fábricas de armas trabajan en todo el mundo 100 millones de personas".

La diputada del Partido Verde, Petra Kelly -una de sus cabezas pensantes- aceptó todos los conceptos del filósofo Anders pero no estuvo de acuerdo con su llamado a las acciones violentas. Ella defendió la no violencia y la desobediencia civil como únicos métodos reales y posibles. "No violencia no es cobardía -sostuvo- y repito las palabras de Mahatma Ghandi: 'No-violencia es todo lo contrario de cobardía. Puedo imaginarme un hombre armado hasta los dientes que en el corazón es un cobarde. En la posesión de armas está escondiendo el elemento del miedo, hasta el de cobardía. En cambio la no-violencia es imposible cuando no es intrépida'. Nos hace falta mucha fantasía social -agregó Petra Kelly- nos hacen falta métodos de acción no violentos que aún no hemos probado y nos faltan todavía una serie de seres humanos a los cuales tenemos que convencer."

En El fin del pacifismo, Günther Anders responde al argumento de Petra Kelly sobre la no violencia de Ghandi. "¿Fue la no-violencia de Ghandi sólo un 'happening'? Mucho me temo que sí -se responde- desde el punto de vista de la historia del mundo. ¿O acaso podemos considerar de otra manera la fotografía del desnudo Ghandi tejiendo a mano, difundida millones de veces, sino como un 'happening' comparable al de los pobres tejedores de Silesia que destruyeron los telares? Ghandi no pudo detener la industrialización ni siquiera tocar la miseria de castas de la India. No, lo que él sostenía era 'tal vez podemos de alguna manera ejercer resistencia a pesar de que no obtendremos el poder y con él el poderío necesario para 'obrar'. Es decir que lo importante no era para él la no-violencia como tal (como único principio permitido, o como único método moral, o meta moral) sino la eventualidad muy débil de a pesar de no tener armas poder igual ejercer resistencia. Lo fundamental, pues, en él no es la aceptación del 'sin' (sin armas) sino del 'a pesar' (a pesar de no tener armas)".

El historiador y ensayista Erich Kuby es uno de los pocos que apoyó a Günther Anders y hasta va más allá que él: "Cuando era niño, la guerra era vista aún como la única acción de asesinato en masa legítima y aprobada por la ley. Hoy no es necesaria una guerra para lograr una acción de asesinato en masa en una escala mucho mayor. Pero los dueños del poder no hacen nada contra el peligro total; al contrario, hacen todo lo posible para agrandarlo cada vez más. Siguen construyendo nuevas plantas atómicas y no desvían los miles de millones de dólares, que se gastan para subvencionar la industria atómica, en el desarrollo de soluciones alternativas. Además, continúan siendo solidarios con una potencia mundial incontrolable que se sigue preparando para la guerra atómica. Los asesinos potenciales no están entre nosotros sino sobre nosotros y sólo por la razón de que millones de corderos los votan, divididos en social-cristianos, liberales y socialdemócratas. Como emplean principios democráticos como material propagandístico de juego, no tienen nada en contra de que de vez en cuando algunos griten: '¡esto no nos gusta nada!". Al contrario, eso es bueno y además no molesta para nada a los de arriba. Pero el primer embozado que arroje una piedra, es calificado de criminal y va al calabozo. Cuando ocurra en Alemania el primer Chernobyl -y sólo Chernobyl- serán algunos cientos de miles de estos llamados 'criminales' que se lanzarán a la calle. El ejército comenzaría a actuar. Pero por lo menos esta discusión se actualizaría, saldría del medio intelectual, y se haría más popular. Claro, de cualquier manera, de acuerdo a las circunstancias actuales, todo aquel que guiado por su conciencia realice actos de violencia individuales, no podrá cambiar nada. Pero que en el futuro no se ponga su nombre a calles, como ejemplo, de eso no estoy tan seguro. Desgraciadamente estoy muy viejo para hacer apuestas, pero lo haría y por la cantidad más alta, que en el año 2050 habrá un lugar dedicado a Ulrike Meinhof para recordarnos sus propuestas". (Ulrike Meinhof fue la guerrillera del grupo Baader Meinhof que participó de actos terroristas contra la ayuda de Alemania Federal a los Estados Unidos en la guerra de Vietnam y contra el capitalismo en general).

El físico Klaus Vack rechaza "el método de Anders de la violencia para llegar a la meta de la no violencia" y señala que el único método que puede llevar a ese fin es la "escalación no-violenta de la desobediencia civil", pero no dice cómo difundir esa desobediencia civil ante los pueblos sin contar con los medios de comunicación. Para llegar a la desobediencia civil en una sociedad acostumbrada a no renunciar a nada se necesita partir de una gran catástrofe, como una guerra perdida o un peligro de vida o muerte.

Discípulos de Anders basaron su respuesta al maestro en el lema: "Tanto la violencia de abajo como la no-violencia como meta necesitan de la racionalidad". Karl Jaspers había dicho ya en la década de los cincuenta, todavía con la experiencia del nazismo en sus espaldas: "¡Qué fatalidad cuando el ser humano de buena fe renuncia a la violencia porque cree en la no-violencia! ¡Lo único que logra es ser superado en forma más radical por la violencia!"

En un largo análisis titulado La verdad en el error de Günther Anders, el profesor Klaus Meyer-Abich señala que "si bien la advertencia desesperada del filósofo, su llamado a la violencia, no es ninguna salida para la humanidad, sí agudiza nuestra conciencia. Su error contiene la verdad como la piedra la escultura que el escultor va a hacer de ella". "¿Acaso Anders ha magnificado el peligro?" se pregunta. "Nada de eso. Nadie puede estar seguro en un mundo donde la vida está diariamente amenazada por las armas atómicas, las catástrofes de los reactores, los accidentes químicos y más que todo por el 'funcionamiento normal' de la economía permitida por el Estado. (Mientras en Alemania Federal se secan los bosques por los gases de los vehículos, este año se han batido todos los récords de producción de automóviles). La democracia parlamentaria se ha mostrado ineficaz en resolver el problema. La mitad más uno de sus representantes siempre tienen detrás de sí un poderoso lobby. Con ella no es posible lograr un 'derecho al país, al terruño' que vaya por encima del derecho a la propiedad privada". (En el pasado año murieron en el río Elba inferior doscientas toneladas de peces -es decir varios cientos de miles de peces- por acción de la central atómica de ese lugar que produce energía para la producción de artículos de consumo en su mayoría superfluos. La ley defiende la propiedad de mi auto por no al pez de todos. En las democracias industriales el voto popular elige al auto. Los parlamentos eligen al auto, al egoísmo.)

¿Debemos resignarnos a la impotencia? Klaus Meyer-Abich ve el único camino en "desendurecer al sistema", "desendurecer a la sociedad industria". Con violencia sólo se logra más endurecimiento del sistema. Sólo queda -para él- el camino de la "acción extrapartidaria", la acción "extraparlamentaria". No dejar todo el mando en los "representantes" sino intentar más democracia. Creer más en la voz del vecino que en la de los "notables". El cambio tiene que iniciarse en los barrios y no en los parlamentos.

Es decir, Meyer-Abich vuelve al Anders de los años sesenta. La discusión termina allí, donde había comenzado. En el mismo lugar donde la habían interrumpido el siglo pasado positivistas, liberales, conservadores, anarquistas y marxistas. Claro, esta vez con menos lugar, mucho más cerca del precipicio, con un mundo infinitamente más chico.

El viejo filósofo no quiere volver a ensayar lo que ha fracasado. Sabe que no va a lograr tomar ni la Bastilla ni el Palacio de Invierno. Pero ha logrado revivir en toda su dignidad el derecho a la rebelión, a la sagrada violencia de los oprimidos. Tan denigrada en los últimos años, víctima de una aplastante propaganda del establishment. Ha llegado el momento de desertar del rebaño sonriente y plantear a los lobos un diálogo diferente.

¿Y qué papel juega en todo esto el Tercer Mundo? Es un rebaño flaco y afligido que corre para poder comer las sobras que le deja el rebaño gordo al cual nunca alcanzará. Pese a los espejismos que pintan a veces sanguinarios lobos uniformados y otras veces amables perros de librea. Hasta ahora comen las sobras los que llegan primero; los retrasados -y son cada vez más- comen cada vez menos. Hasta que estos últimos se den vuelta y comiencen a recorrer su propio camino.

El viejo filósofo Günther Anders se ha despedido del sueño de llegar al socialismo antiautoritario y ecológico a través del camino de la razón. A los 85 años ya no saldrá a poner bombas. Pero por lo menos le ha dado un puntapié al conformismo.
Osvaldo Bayer
Berlín, agosto 1987
(Transcrito por Tota para La Haine del libro "Rebeldía y Esperanza".)





Günther Anders.

Günther Anders (1902) se doctoró con Edmund Husserl en 1923. Diez años más tarde emigró a París y en 1936 se trasladó a América. Vive en Viena desde 1950. Es “probablemente el más agudo y lúcido de los críticos del mundo tecnificado”, en palabras de Jean Améry. Su obra maestra es Die Antiquiertheit des Menschen.Günther Anders (1902-1992)

PERFIL BIOGRÁFICO

Nació en Breslau, Alemania, en 1902, en el seno de una familia judía, bajo el nombre de Günter Stern. Con sólo dieciséis años fue enviado al frente durante la Primera Guerra Mundial. Como estudiante de filosofía fue alumno de Heidegger, Cassirer y Husserl en Friburgo y, más tarde, durante el doctorado en Francfort, de Adorno.
En 1933 se casó con la filósofa Hannah Arendt, de la que se divorció pocos años después.
Desde la Universidad y a través de diversos artículos denunció públicamente el ascenso del nazismo. El triunfo de Hitler en Alemania le llevó a emigrar a París y, posteriormente, a los Estados Unidos, donde vivió primero con Hebert Marcuse y trabajó, entre otras cosas, como secretario particular de Bertolt Brecht, con quien ya había colaborado en Alemania.
La Segunda Guerra Mundial marcará el devenir de sus argumentos filosóficos. Los campos de concentración en Alemania –visita Auschwitz y no ve entre los despojos la huella posible de su muerte y se siente ‘un desertor- y las bombas atómicas norteamericanas sobre Japón –publicará un libro de conversaciones con el piloto de Hiroshima, Claude Eatherly- activan su pensamiento pacifista, el descubrimiento de la divergencia entre los sentimiento del ser humano y la realidad de la destrucción, la ‘ceguera ante el apocalipsis’. Estados Unidos lo declara ‘persona non grata’ por lo que califica de pensamiento ‘comunista’ (Con ocasión de la entrega del premio Theodor Adorno, en 1983, Anders dijo: "Soy sólo un conservador ontológico, en principio, que trata de que el mundo se conserve para poder modificarlo").
Desde su regresó a Europa, en 1950, encabezando un movimiento frente al peligro atómico y el holocausto y a favor de la paz mundial. Durante los últimos años de vida, su crítica hacia el determinismo tecnológico, el armamentismo, la destrucción del medio ambiente y la anulación mediática de la democracia le llevaron a proclamar que el uso de la violencia ciudadana era el único arma posible frente a la violencia de Estado, planteamiento que fue objeto de severas críticas.
Su obra más importante, Die Antiquierheit des Menschen [Lo anticuado del ser humano] (vol. I, 1956; vol. II, 1980) que no ha sido traducida ni al español ni al portugués, en una especie de diálogo con el pensamiento de Heidegger hace un recorrido detallado por el mundo de los medios y de la vida cotidiana, destacando las disonancias entre la velocidad y la dirección tecnológica y el pensamiento individual y social. De interés, el capítulo del primer volumen 'Die Welt als Phantom und Matrize. Betrachtungen über Rundfunk und Fernsehen' ['El mundo como fantasma y matriz. Reflexiones filosóficas acerca de la radio y la televisión] (págs. 97 a 212).
Falleció en Viena en 1992.
Han sido traducidas a las lenguas española y portuguesa: Kafka pró e contra, Perspectiva, São Paulo, 1993; Nosotros, los hijos de Eichmann, Paidós, Barcelona, 2001; Más allá de los límites de la conciencia. Correspondencia entre el piloto de Hiroshima Claude Eathrly y Günther Anders, Paidós, Barcelona, 2003.

EL PENSAMIENTO

Pensamiento controvertido por su ácida crítica a la sociedad tecnológico-mercantil y al papel balsámico que a su juicio juegan los medios en la construcción de un consenso que burla los valores de la democracia. Su pensamiento tiene ciertos entronques con la Escuela de Francfort, pero cobra autonomía en la dirección de la denuncia del armamentismo y la carrera nuclear, como consecuencia de un desarrollo tecnológico ajeno al desarrollo natural y al sentido antropológico de la vida sobre la tierra. La tecnología alcanza una velocidad de cambios dirigidos que deja atrás a la sociedad civil, que deja ‘anticuado’ u ‘obsoleto’ al ser humano, que se ve obligado a correr tras los destellos seductores del señuelo tecnológico, idealizado por los medios de comunicación. Anders viene a advertir sobre el efecto narcotizante del espectáculo de la guerra, que permite ver y saber de la destrucción y de la muerte de miles de personas coetáneas por las que no somos ‘capaces de derramar una lágrima’. Una acción que analiza también con ejemplos históricos en los que la propaganda ‘civilizada’ tranquiliza anticipadamente los brotes de mala conciencia que deberían provocar en el individuo la disonancia entre el concepto de civilización y la destrucción de la guerra.
Muchas de las críticas de Anders hacia los medios se sustentan en su acción degradante sobre la cultura cívica y democrática. La esencia de la democracia, señala, radica en ‘poder tener una opinión propia y, a la vez, poder expresarla’ pero hoy el mundo se encuentra narcotizado frente al televisor y ‘se le alimenta con opinión a cucharadas’. Por ello, la idea de ‘tener opinión propia’ carece de sentido, ya que es la propia ‘alimentación’ ideológica de la televisión la que define y engorda el sistema. Sin opinión propia, se pregunta Anders, ¿es posible la democracia?. Además, los medios, que suministran el mismo ‘pienso’ a audiencias masivas, tampoco permiten la respuesta individual, por lo que convierten a la audiencia en siervo mediático del sistema.
Cuando la panacea del progreso se convierte en un desarrollo económico sin límite, la satisfacción de las necesidades humanas que describen su felicidad natural es modificada por unas construcción cíclica de necesidades falsas que actúan como estímulo y control, como ‘colonización’ tecnológica y mediática de las mentes.
En su ensayo ‘El Mundo Fantasmal de la TV’ (‘The Phantom World of TV’ en B. Rosenberg y D. M. White (eds.), Mass Culture: The Popular arts in America, 1957) hace una advertencia sobre los peligros de una sociedad que reduce su capacidad de interlocución, su respuesta crítica y reduce los nutrientes de opinión al maná audiovisual: "Como el televisor es el que habla, nos priva gradualmente del poder del habla, convirtiéndonos en dependientes pasivos".

Acerca de la televisión

(Reproducido de Thierry Simonelli 'Technique et normalisation selon Günther Anders').

La machine à images

Les réflexions de Anders sur la télévision peuvent être résumées par les 8 thèses suivantes (AM 2, pp. 252-256) :
1. La télévision nous dérobe la possibilité même de l’expérience. En ingurgitant des expériences toutes faites, notre faculté de perception, notre faculté de jugement se mettent au diapason des images déversées. La seule expérience sensible qui reste est celle du mur d’images, livré à domicile à l’état liquide, imperceptible comme jugement et inaccessible à la critique.
2. De ce fait, il nous devient impossible de distinguer réalité et représentation. En devenant réalité, la représentation n’usurpe pas la place de la réalité, elle absorbe la réalité dans la représentation. La seule réalité est celle qui, susceptible de se mettre en scène, apparaît comme image.
3. Dès lors que le fantôme du monde devient matrice du monde, il conditionne une « imitation inversée ». Chaque image (Bild) tend à prendre la forme d’un idéal (Vorbild). Le monde avant ou après l’image n’a plus le droit d’exister qu’à titre de décalque du décalque.
4. La livraison liquéfiée et liquéfiante nous transforme en consommateurs permanents et nous fige dans la position de la passivité du nourrisson. De même que nous voyons des images d’un monde auquel nous ne participons pas, nous entendons des discours auxquels nous ne pouvons répondre. Voir devient ainsi du voyeurisme, écouter (hören) une variante de l’obéissance (Hörigkeit). Comme les images qui présentifient un monde absent, nous sommes, en tant que spectateurs, présents et absents tout à la fois.
5. La passivation équivaut à une perte de liberté. Mais à une perte de liberté qui ne se manifeste pas comme telle. Devant la télévision, nous ne faisons pas l’expérience de la passivité. Au contraire, nous nous retrouvons dans la position d’une toute-puissance et d’une omniscience virtuelles, vécues comme jouissives. Le monde est à la portée de la main qui tient la télécommande.
6. Du fait d’être gavé d’images, nous sommes gorgés d’idéologie. Les images isolées, séparées, décontextualisées interdisent toute représentation cohérente d’un ensemble, d’une situation, d’un fait, concrets. Cette parcellisation de l’image conditionne une sorte de cécité causale face à l’ici et au ceci.
7. L’infantilisation machinale nous fige dans la phase « orale industrielle ». L’assimilation de nourriture en vient à constituer le seul modèle de l’expérience.
8. Afin d’être le plus largement comestible, l’image doit être désamorcée. Dans le flot sursaturant des images, les différences s’estompent pour laisser place au nivellement harmonieux. De même qu’un grand nombre d’enseignes lumineuses se neutralisent et donnent lieu à une lueur uniforme (AM 2, p. 336), de même les images télévisées nous précipitent dans une indifférence générale où rien ne compte plus parce que tout y est unique et extraordinaire. L’ouverture intégrale au monde est la contrepartie de la cécité complète du spectateur.

Il s’ensuit 5 conséquences:

1. Le monde est à la taille (paßt) de l’homme
Comme tout produit, le monde des images est d’emblé adapté à la consommation. C’est un monde prêt-à-porter, ou plutôt un monde prêt à la consommation. Il n’est plus ob-jet (Gegenstand) comme il n’oppose plus de résistance ; grâce à la télévision, la résistance du monde est devenue imperceptible.
2. Le monde, en tant que monde disparaît
Le monde de la télévision fait partie de ce type d’objet qui disparaissent à l’usage : les bines de consommation. Sa seule raison d’être, est d’être consommé, absorbé, c’est-à-dire supprimé en tant qu’objet.
3. Le monde d’aujourd’hui est post-idéologique
La télévision réalise l’utopie post-idéologique marxienne sous forme inversée. Marx pensait que la réalité réalisée (11 thèse sur Feuerbach) pouvait prendre le relais de la philosophie. Avec la télévision, c’est la non-vérité qui se réalise de façon triomphante. L’idéologie est rendue superflue par le fait que les non-vérités sont rendues réelles: «unwahre Aussagen über die Welt – [sind] ‘Welt’ geworden » (AM 1). Les énoncés faux portant sur le monde sont devenues monde. De même que nous sommes incapables de départager des petits pains déjà cuits en leurs matières premières pour les cuire à nouveau, nous sommes incapables de réarticuler le monde idéologiquement arrangé, découpé et interprété de l’image télévisée.
4. Il n’y que des estampillés qui sont estampillés
Si l’image convient si bien au consommateur, c’est que le consommateur lui-même a, de son côté, été adapté à l’image. L’homme est à la taille de ce monde de même que le monde est à sa taille. Il existe une convergence parfaite entre les deux qui fait que, l’estampillage passe sans laisser de traces.
5. L’être-là au pays de cocagne est radicalement non-libre
Notre choix se limite à la sélection des fantômes livrés par la télévision ou la radio. Nous sommes livrés à (remis aux mains de) nos livraisons. Car, il ne nous est plus possible de juger par nous même, de faire des expériences, de prendre position.
L’aliénation est double. Marx avait mis à jour la rupture du rapport entre le travailleur et son produit. Le travail n’a plus de sens pour lui comme son objet lui est dérobé. Or, selon Anders, il en est exactement de même de la consommation, ou de la jouissance. La vie aliénée ne consiste pas seulement dans un travail sans fruit du travail, mais aussi en fruits sans travail. Dans ce sens, la jouissance est tout aussi aliénante que le travail désapproprié.
Il s’ensuit que la résitance elle-même devient produit pour satisfaire la faim de l’effort. En guise de repos de la livraison permanente de marchandises, l’industrie fournit une marchandise supplémentaire : l’effort. Parmi ces marchandises, Anders range : le sport, le hobby, le « do it yourself », les cours et formations de créativité : expression de soi créative, écriture créative, etc.


Comunicación, Sociedad y Cultura, Perfil biográfico y pensamiento
© BDN/Infoamérica.

ANTANAS O EL TRAJE NUEVO DEL EMPERADOR

Para mis amigos: Erika Prieto, Carlos Galeano, Rubén Darío Betancur y Hernán Pineda



ANTANAS Ó EL TRAJE NUEVO DEL EMPERADOR.

Por: Sergio Andrés Giraldo Galeano.


Cuando escucho a alguno de los simpatizantes del Profesor Antanas Mockus afirmar que este candidato presidencial es una de las personas más inteligentes que hay en Colombia; o que reúne en su persona las mejores cualidades de un pedagogo; o que a un país tan atrasado como el nuestro le resulta muy difícil entender unos planteamientos tan avanzados como los suyos; o que sus ideas - finas y alambicadas- serían acogidas con mayor beneplácito si viviéramos en una sociedad más culta y educada, y que precisamente por eso sus principales objetivos, como eventual mandatario de los colombianos, son educar y culturizar; cuando este tipo de aseveraciones son empleadas para tratar de contrarrestar las críticas que se le han hecho al discurso ininteligible de Mockus, no puedo menos que recordar un cuento de Hans Christian Andersen titulado “El Traje Nuevo del Emperador”.

El escritor danés nos cuenta la historia de un par de bribones que se presentan en la corte de un emperador vanidoso, bastante aficionado a la ropa elegante, haciéndose pasar por tejedores y afirmando que son capaces de elaborar la tela más hermosa del mundo, la cual goza, además, de una propiedad extraordinaria: solo pueden verla las personas inteligentes, porque se invisibiliza para los estúpidos. El hecho es que el emperador, impulsado por su devoción a la moda, contrata a los dos pillos para que le diseñen un vestido que luciría durante un desfile. Los estafadores se dan entonces a la tarea de confeccionarle un traje.

Maestros en el arte de la pantomima, comienzan a comportarse como si tomaran medidas, cortaran tela o pasaran hilo por una aguja. Pero nadie pueden ver el vestido: ni los ayudas de cámara, ni las damas de compañía, ni los ministros, ni siquiera el mismo emperador. Sin embargo, cuando se concluye la obra, todos alrededor convienen en admirar la belleza de los colores, la extensión de la cola y el buen gusto de los pliegues, en tanto felicitan a ambos sastres por sus habilidades. Todo esto era “entendible” dado que, confesar la incapacidad para ver la tela, era igual a confesar que se era tonto o, por lo menos, poco inteligente.

A pesar de que no veía ni sentía el vestido que supuestamente lo engalanaba, el emperador, impelido por su veleidad, y acompañado de su séquito, inicia el desfile en medio de los vítores, piropos y soflamas del pueblo que daba voces celebrando el maravilloso vestido que lucía su mandatario. El rumor de las cualidades mágicas de la tela ya había cundido por todo el reino y nadie se atrevía a expresar que el emperador no llevaba ningún vestido, que sus lacayos no sostenían ninguna cola y que, en definitiva, el monarca marchaba en cueros. Todos prefirieron callar esta verdad y optaron por engañar y engañarse, por acrecentar la mentira mintiéndose así mismos.

La historia termina cuando un pequeño niño (Andersen lo llama “la voz de la inocencia”) se atreve a gritar en medio de la multitud que el emperador no llevaba ropa, generando un gran revuelo en medio de los concurrentes quienes optan por abandonar la falacia colectiva y comienzan a burlarse de la desnudez del tirano (este vocablo no aparece en el texto original, pero ¿qué otra cosa puede ser un emperador?) Lo grave del asunto es que muchos de los asistentes deciden permanecer en su fantasía y continúan alabando el traje nuevo del emperador. Él mismo, continúa hasta el final el desfile como si estuviera vestido.

Pues bien, he llegado a la conclusión de que el discurso del candidato presidencial del Partido Verde puede asemejarse al vestido del cuento. Muchos creen que los argumentos de Mockus son tan profundos -tan filosóficos, se atreven a decir- que la mayoría de los mortales no pueden entenderlos. Su comprensión está reservada sólo para un pequeño grupo bien informado: Los ex alcaldes de Bogotá y de Medellín, y uno que otro coordinador de la campaña.

Pero resulta que quienes lo acompañan esgrimen un discurso igual de inexpugnable y ambiguo. Su candidato a la vicepresidencia, Sergio Fajardo, por ejemplo, jamás se ha atrevido a tener una postura clara frente a los temas más importantes de nuestra sociedad y, como si se leyera todos los libros de autoayuda y de superación personal que salen al mercado anualmente, está convencido que siempre hay que ver el lado bueno de las cosas, incluso del régimen uribista. ¡Qué alguien me muestre el lado bueno de los ocho años del gobierno de Uribe Vélez sin mencionar los supuestos logros de la tan cacareada “Seguridad Democrática”, política que no es más que otro Traje Nuevo del Emperador!. Y sin embargo todos sus conmilitones aplauden semejantes demostraciones de sabiduría afirmando que “ese si es un estratega”, que “ese si es un estadista”. El senador Jorge Robledo, haciendo gala de su buen humor, afirmó lo siguiente: “Sergio Fajardo de lo único que sabe hablar es de la dulzura del dulce y de la benevolencia de la bondad”. Yo comparto plenamente esa sentencia.

Prefiero omitir cualquier referencia a Luis Eduardo Garzón o a Enrique Peñalosa, porque sencillamente no se merecen siquiera un lánguido sarcasmo.

El discurso de Mockus es un matalotaje de incoherencias, de contradicciones y de fe de erratas que no puede dar sino grima. No es que sus ideas sean muy "finas y alambicadas", sencillamente, son la demostración de que es posible complejizar lo simple hablando vanamente de lo que no se ha meditado. Hoy más que nunca considero, no sólo que este candidato es incapaz de dar a entender sus planteamientos, sino que sus planteamientos en sí mismos son un sinsentido. Cuando asumimos la lectura de autores complejos –los idealistas alemanes, por ejemplo- se nos dificulta al principio la comprensión cabal de sus tesis, pero con un poco de esfuerzo y asesoría, podemos descubrir rasgos de genialidad y hasta de claridad. Pero a Mockus nada se le entiende por más que uno se esfuerce y no es fácil encontrar a alguien que nos indique qué es lo que quiso decir.

La prueba de ello son sus retractaciones respecto a la extradición de Uribe y a sus convicciones religiosas. Yo por mi parte tampoco extraditaría al ya casi ex presidente Uribe (¡siento un frescor en el cuerpo cuando pienso en eso!) porque creo que la justicia colombiana puede juzgarlo y condenarlo, y tampoco me atrevería a decir que soy agnóstico, porque considero que el agnosticismo es una forma vergonzante de ateísmo y yo soy un orgulloso ateo militante.

No acabo de descubrir esto que escribo. Siempre he visto en Mockus un político del galimatías y un conversador soporífero. Sin embargo, en medio de sus embrollos idiomáticos, me había parecido un tipo irreverente y hasta gracioso: unas veces disfrazado de super héroe, otras luciendo un sombrero triangular. O tirándole agua a Horacio Serpa. O llegando en bicicleta al Palacio de Liévano cuando fue Alcalde de Bogotá.

Lo de su matrimonio en un circo si me ofendió mucho porque desde hace años propugno por la defensa de los derechos de los animales y Raúl Gasca, el dueño del circo donde contrajo matrimonio el profesor Antanas, es el más grande torturador de animales que ha pisado este país, después de César Rincón, obviamente. Esto, además, desdice mucho de sus supuestas convicciones ecológicas.

Tampoco me produce la menor gracia su indiscutible mentalidad neoliberal y privatizadora, ni su beneplácito con las bases militares que recientemente instaló en nuestro territorio el Imperio estadounidense y menos aún su apoyo al Plan Colombia y a los tratados de libre comercio.

Pero, a pesar de todos esos “lunares” –grandes manchas sería mejor decir- manifesté que era viable respaldar a Mockus porque no era ni paramilitar, ni narcotraficante, ni corrupto, ni inquisidor de las ideas de IZQUIERDA DEMOCRÁTICA que enarbola el POLO DEMOCRÁTICO ALTERNATIVO. Con eso me bastaba, porque considero que un gobierno que se aleje de esos cuatro males, necesariamente significará un gran avance para Colombia. También afirmé que, si en algún momento, Mockus incumplía alguna de esas premisas –convalidando el paramilitarismo, alcahueteando el narcotráfico, cometiendo actos de corrupción o macartizando a la oposición que en Colombia encarna el PDA- yo dejaría de considerarlo una opción de cambio.

Pues bien, la segunda semana de mayo una de las cuatro cualidades que admiraba en Mockus se fue al traste con las declaraciones que hizo respecto a las dudas que lo embargan sobre la supuesta aprobación que le daban algunos sectores del POLO a la lucha armada en Colombia. No trascribiré la aseveración del candidato verde porque se trata de una ignominia que no merece ser expuesta nuevamente. Eso sí, quisiera que Mockus algún día leyera el Ideario de Unidad del POLO y pueda darse cuenta de lo que dice sobre el particular. El POLO tiene suficiente claridad sobre su política en materia de conflicto y paz. La claridad que, entre otras cosas, le hace falta a Antanas para responder muchas de las preguntas que se le hacen.

El jueves 13 de mayo tuve, por primera vez, a Antanas Mockus frente a frente mientras participaba en un foro organizado por la Universidad de Antioquia y desarrollado en el “Teatro Popular Comandante Camilo Torres”. ¡Qué decepción! O mejor sería decir: ¡Qué capacidad para demostrarse incapaz! ¡Qué habilidad para evitar responder con concreción las preguntas! Lo peor del asunto es que llegó golpeándose la cabeza con un lápiz que luego le enseñaba al público como queriendo decir: “!Hey! Piensen. Aquí si hay proyecto de nación. Yo si soy un candidato inteligente” A lo que todos sus seguidores respondieron golpeándose a su vez la cabeza con un lápiz que después le enseñaban al candidato como diciéndole: “¡Hey Antanas! Ya lo pensamos y descubrimos que tu programa de gobierno es el mejor y que tú eres el candidato más inteligente”

Pero, a pesar del lápiz y de la coreografía, a Antanas se le dificultó mucho dar a entender sus propuestas y no se mostró como una persona lúcida. Seguiré pensando que es un buen matemático, porque no tengo como controvertir esa presunción, pero por lo demás puedo afirmar que no es un buen político y que dudo mucho de su talante filosófico. Mockus se la pasó haciendo referencias a lo sagrado, a lo sacramental y a lo sacrílego. Confundía la pregunta que se le estaba haciendo con la anterior. Dispuso de todo el tiempo que se le daba para que interviniera y nunca concluyó nada. Incluso, ante una intervención supremamente acertada de un amigo mío acerca del aumento de la pobreza en Bogotá durante los años en que él la estuvo administrando, se mostró displicente y finalizó echándole la culpa de la situación a la “macroeconomía” ¡Qué decepción! Lo peor del caso es que la gente lo aplaudía a rabiar. Mockus decía una incoherencia y lo aplaudían. Mockus empezaba a hablar de lo que no le habían preguntado y lo aplaudían. Mockus no respondía… y lo aplaudían.

Fue en ese preciso momento cuando me acordé del cuento de Hans Christian Andersen y decidí unirme a aquellos que desde las tribunas increpaban y ponían en solfa al candidato verde porque se dieron cuenta que su discurso carece de contenido, que su repunte en las encuestas se debe más a lo que la gente cree que es, que a lo que él realmente es como político, y ,sobre todo, que se atrevieron a elevar su voz disidente delante de toda una masa que lo ensalzaba y que lo veía como el redentor de Colombia. Pero Mockus va desnudo; es decir, “el traje nuevo” de sus ideas es inexistente. La verdadera demostración de inteligencia es darse cuenta de ello.

En algún momento consideré la posibilidad de votar por Mockus en la primera vuelta, no porque lo considerara el mejor (que para mí siempre ha sido Gustavo Petro, a pesar de las grandes diferencias que conservo con él), sino porque lo creía el “menos peor” de los que van punteando las encuestas (porque el más funesto es Santos definitivamente). Arrostré discusiones con mis compañeros del POLO defendiendo que era necesario apoyar al ex alcalde porque lo más importante era evitar que el régimen uribista se perpetuara. Sin embargo, hoy me doy cuenta que lo más importante es estar en paz conmigo mismo conservando la firmeza en las convicciones y defendiendo los principios que me unen al POLO.

Sigo creyendo que Antanas no es ni corrupto, ni paramilitar, ni narcotraficante. Estoy convencido de que su plataforma política proscribe esas plagas. Pero con eso no basta. Colombia requiere un mandatario que sea decente, pero también que sea inteligente, coherente y que tenga un buen plan de gobierno. Ese candidato es Petro. Por eso votaré AMARILLO en la primera vuelta. En la segunda vuelta (si la mafia narcoparauribista no impide que la haya) votaré contra Santos Calderón.

Espero que el pueblo colombiano esta vez se haga responsable de su propio futuro y que no tenga que acudir a metafísicas providenciales. ¿De qué sirve pedirle a dios que nos conceda la felicidad, la abundancia y la paz cuando ya los obispos y pastores de Colombia se nos adelantaron y le han recomendado al candidato del partido de la U como próximo presidente?

Vuelvo a Mi Partido, este es mi acto de contrición. Faltan todavía algunos días para las elecciones presidenciales en Colombia. Ojalá muchos de mis amigos y amigas que militan en el POLO y que en estos momentos están acompañando al Partido Verde hagan la misma valoración que yo estoy haciendo respecto a Antanas Mockus, a quién de todas maneras le deseo, más que suerte, decisión y buen juicio, de ahora en adelante.